El independentismo

Un catalanismo para españoles

El 'revival' catalanista intenta atraer a soberanistas desencantados ante la esterilidad de la ruta independentista

ilustracion  de leonard  beard

ilustracion de leonard beard / periodico

Joaquim Coll

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Desde que fracasó el procés, regresa con fuerza la apelación al catalanismo en artículos y libros corales que quieren dar cuenta de su transversalidad. Vuelve porque una parte de las viejas élites creen que recuperando su espíritu consensual podremos encontrar una salida a esta fase políticamente tan traumática. Con ese 'volver al catalanismo' se pretende que un porcentaje de los independentistas dejen de serlo y encuentren una alternativa que no les produzca una sensación de derrota insoportable. Es un propósito lleno de buenas intenciones, pero tiene el inconveniente de ser una opción táctica que impide efectuar una reflexión a fondo sobre los errores de la política catalanista que nos ha conducido hasta el desastroso procés. Para obviar este incómodo debate, esas voces neocatalanistas se siguen refugiando en la tesis de que la deriva separatista fue una reacción -legítima pero equivocada- a un problema español que aún persiste: el insuficiente reconocimiento de la identidad catalana y los déficits del encaje territorial.  Y por eso, en el relato de los hechos, siguen situando la sentencia del TC sobre el Estatut en el 2010 como origen del proceso soberanista, cuando en realidad no fue más que un pretexto para Artur Mas.

Causas exógenas

Esa lectura sostiene que las causas de la fiebre independentista son exógenas, ajenas a las condiciones creadas durante la larga hegemonía pujolista. Y, por tanto, que el soberanismo es una respuesta espontánea a la falta de atención a las demandas catalanas en medio de unas circunstancias socioeconómicas muy críticas en los años de la Gran Recesión. El 'revival' catalanista intenta atraer a soberanistas desencantados ante la esterilidad de la ruta independentista y preocupados por la ruptura de la unidad civil en torno a los supuestos grandes consensos, como la exclusividad del catalán en la escuela o la Administración.

Es una opción táctica que en términos electorales por ahora no ha obtenido ningún resultado, como se vio en las autonómicas del 2017 cuando el PSC se alió con los democristianos catalanistas de  Units per Avançar sin que se produjera el éxito que algunas encuestas vaticinaban. A nivel empresarial, otro ejemplo de catalanismo de tercera vía sería el documento que en mayo de 2018 dio a conocer el Cercle d’Economia con  su propuesta de nuevo Estatut con rango constitucional y un salto cualitativo en el sistema de financiación con resultados parecidos al concierto vasco. Su análisis sobre el origen de la crisis secesionista incide también en que las causas son principalmente externas.

Autonomía para todos los pueblos de España

Frente a todo ello, cabría otra recuperación del catalanismo crítica pero afirmativa, que empezara poniendo en valor su contribución a la transición democrática con la idea de autonomía para todos los pueblos de España. Esa fue una aportación que hicieron en 1977 los partidos catalanistas, principalmente de izquierdas (PSC y PSUC), sin pretender ningún privilegio exclusivo para Catalunya ni enarbolar la bandera de los derechos históricos, a diferencia del foralismo vasconavarro. En esa revisión tampoco hay que olvidar que el catalanismo, con todas sus variantes, ha sido otra forma de militar en la identidad de espaldas, a veces por acción y otras por omisión, a la pluralidad interna de la sociedad catalana.

El resultado ha sido una forma muy parcial de entender Catalunya, despreciando el lugar de España y la españolidad en la sociedad catalana. Si a eso se añade la toxicidad del pujolismo con su estrategia de control sobre la sociedad civil, se entiende que la cultura política catalanista haya acabado creando las condiciones para la deriva separatista de los últimos años, más allá de los defectos del sistema institucional español. En realidad, los hijos del pujolismo, como el exconseller Joaquim Forn o el dirigente de la ANC Jordi Sànchez, ya eran soberanistas cuando hace 25 años impulsaban campañas naifs autodeterministas, hasta que decidieron enterrar el catalanismo para hacerse independentistas.

Ahora, en cambio, se trataría de armar un programa catalanista combativo con el discurso del nacionalismo, que haga una defensa de la pluralidad identitaria de la sociedad catalana, y de las ventajas de ser una sociedad desacomplejadamente bilingüe. Un catalanismo que no apueste por barrocas soluciones de encaje bilateral sino por reformas institucionales federales para todos. En definitiva, un catalanismo para españoles en un doble sentido, es decir, para catalanes que no tienen ningún problema en ser lo que son (catalanoespañoles), y para españoles no catalanes que saben que España no se puede entender sin su rica diversidad lingüística y cultural.