El pervertido paranormal

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Ramón de España

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La pedofilia es, lamentablemente, un tema que no deja de asomarse a las pantallas y a los periódicos: lo estamos comprobando estos días en Catalunya con los curas que van cayendo como moscas al descubrirse su tendencia al manoseo de menores. El documental de Amy Berg 'Deliver us from evil' ('Líbranos del mal') ya dejó constancia del asunto hace unos años, y la miniserie de Albert Solé en una plataforma de 'streaming' incide en el tema. Pero quien quiera enfrentarse a la pedofilia desde un punto de vista mucho más peculiar, debería ver 'Abducted at plain sight' ('Secuestrada a plena vista'), la película de Skye Borgman que Netflix colgó hace unos días y que aporta al tema notables dosis de maldad, locura, estupidez y hasta fenómenos paranormales.

'Abducted at plain sight' cuenta la historia de la pequeña Jan Broberg y la obsesión erótica que despertó en Robert Berchtold, un hombre casado y padre de cinco hijos que, con tal de salirse con la suya, acabó elaborando una trama que es como una mezcla de la novela de Nabokov 'Lolita', la película de Pasolini 'Teorema' y un episodio de 'Expediente X'. La cosa es de verla para creerla.

Como Terence Stamp en 'Teorema', Berchtold, que se había hecho amigo de los Broberg, sedujo a la madre de Jan y mantuvo contactos homosexuales con el padre, un tipo a medio camino entre la bondad absoluta y la tontería abismática que le permitía dormir con la niña algunas noches a la semana. Un día, la pareja desapareció y Terence Stamp se convirtió en James Mason o Jeremy Irons, según qué versión de 'Lolita'. Para convencer a la pequeña de que lo suyo era de obligado cumplimiento, Berchtold se inventó un plan urdido por extraterrestres que le exigía que alumbrara a un hijo suyo…

No sigo para que no se me acuse de practicar el 'spoiler', algo que está muy mal visto actualmente. No les voy a contar cómo acabaron Jan, Robert o los estúpidos (y turbios) padres de la criatura, pero les aseguro que esta oblicua visión de los horrores de la pedofilia va bastante más allá de la inevitable censura moral y se interna por unos vericuetos mentales francamente preocupantes y muy desquiciados; aquí, el criminal y sus víctimas -un maestro de la manipulación y una pareja cuya normalidad es solo aparente- acaban colaborando en el intento de destruir a una criatura inocente. Y casi lo consiguen.