Análisis

Y ahora, ¿qué?

El relator es el pretexto que buscaban las derechas españolas, incluido un sector del PSOE, para presionar a Sánchez y obligarle a romper el diálogo

Quim Torra

Quim Torra / EFE / JUAN CARLOS HIDALGO

Eulàlia Vintró

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Hace tanto tiempo que las interminables disputas sobre cuestiones marginales, magnificadas por los protagonistas, los medios de comunicación y las redes sociales, provocan aburrimiento y fatiga a la mayoría de ciudadanos que la figura del relator, prescindible pero inofensiva, se ha convertido en el pretexto perfecto. Desde hacía tiempo, lo buscaban las derechas españolas -incluidos los sectores más conservadores del PSOE- para presionar al presidente Sánchez y obligarle a romper un diálogo con el Gobierno catalán para devolver a la vía política el conflicto generado por el independentismo, conflicto que el PP, lejos de adoptar la política como solución, optó por la judicialización que, estos próximos meses, se dejará sentir con toda su fuerza.

PP y Cs rivalizan para ver quién la dice más gorda, con insultos impropios de dirigentes políticos, amenazas, mentiras y errores intencionados, destinados a desacreditar al Gobierno, al presidente y, en definitiva, la política democrática donde deben prevalecer los argumentos razonados, las pruebas, las propuestas y el respeto a los adversarios desde la legítima discrepancia. El PP, además, logra que ni se hable de las nuevas pruebas sobre financiación irregular de las elecciones madrileñas del año 2011. Cabe destacar que el tono y el vocabulario de Casado comienzan a incomodar a algunos dirigentes del partido y que la irresponsable propuesta de retocar la ley del aborto puede crearle un inmenso rechazo del feminismo a pocos días del 8 de marzo.

El PSOE, en lugar de analizar y sacar consecuencias de las 700.0000 personas de izquierdas que se abstuvieron en Andalucía, prefiere desgastar a su Gobierno y a su presidente ya que el sector conservador, con González y Guerra a la cabeza, aún no ha perdonado a Pedro Sánchez que ganara la batalla interna y la moción de censura. Ni PP ni este PSOE, sin embargo, han hecho públicas propuestas políticas viables para resolver el conflicto catalán.

Discrepancias en el independentismo

Los partidos que apoyan al Govern de la Generalitat, ERC por un lado y PDCat, Junts per Catalunya y la Crida de Puigdemont por otro, no dejan de poner en evidencia las discrepancias de fondo, y también de forma, que cada día los van alejando más entre ellos y, presumiblemente, de la ciudadanía. Esto, sin embargo, no les impide tensar más y más la cuerda hasta conseguir que el pasado viernes se rompiera. El diálogo entre los dos gobiernos se ha interrumpido, no se ve fácil ni inmediata la reanudación, y los Presupuestos estatales no tendrán mayoría suficiente para ser aprobados. Catalunya perderá, pues, algunos miles de millones para inversiones y políticas sociales que nos habrían permitido recuperar parte del dinero que nos corresponde y gobernar para la mejora de las condiciones de vida de la gente. A la larga, perderá mucho más.

Lamentablemente el Gobierno catalán ni gobierna ni quiere gobernar para todos. Sin decirlo abiertamente, triunfa el absurdo criterio de "cuanto peor mejor" y en este punto, por desgracia, no se vislumbran diferencias entre los sectores independentistas.

Vamos muy mal, pero podemos ir peor si no se impone la cordura, la reflexión y una perspectiva a medio y largo plazo.