Peccata minuta

El juicio es una farsa

Torra debería saber que si el 'procés' empezó como una extravagante negación de la realidad, no tiene por qué extrañarnos que su desenlace se produzca al amparo del mismo género de la farsa

Quim Torra, durante la clausura de la Universitat Catalana d'Estiu, el pasado 23 de agosto, en Prada de Conflent, en Francia.

Quim Torra, durante la clausura de la Universitat Catalana d'Estiu, el pasado 23 de agosto, en Prada de Conflent, en Francia.

Joan Ollé

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Hace escasos días nuestro presidente delegado sentenció: «El juicio es una farsa» (pieza teatral  breve que satiriza los aspectos ridículos y grotescos de ciertos comportamientos humanos). Y no le falta razón, aunque Torra debería saber que si el 'procés' empezó como una extravagante negación de la realidad, no tiene por qué extrañarnos que su desenlace se produzca al amparo del mismo género teatral: él y los suyos escogieron el lenguaje.

Si la farsa nació, como casi todo, en la Atenas precristiana, el Siglo de Oro español consagró, con la novela picaresca, al personaje sin recursos que, utilizando su ingenio, sacrifica cualquier principio moral para lograr sus objetivos. Esta figura define perfectamente al 'murri' Puigdemont y a los suyos cuando, por arte de birlibirloque, deciden convocar un referéndum de confeti y proclamar la república de Felipe VI asegurando que Dios y el mundo libre está con ellos para, acto seguido, poner pies en polvorosa y denunciar a Europa por traidora. Los más consecuentes se libraron a la justicia.

El gran embuste, la enorme inocentada conceptual del 'procés' fue interpretar la  rotunda reprimenda europea ante la anacrónica violencia policial del 1-0 como un tardío y arrepentido apoyo a su parodia. Que posteriormente llovieran críticas locales e internacionales al Gobierno español y a su justicia por la excesiva prisión preventiva o por las astronómicas penas que se reclaman para los políticos catalanes no legitima de manera alguna al inpendentismo a seguir con su cansino teatro del absurdo. Que una parte de la actual España huela a pedo no debería haberles invitado a emularla simétricamente en lo peor.

La última audacia de los pícaros está consistiendo en negar el pan y el voto al funámbulo Sánchez, fingiendo ignorar su delicadísima situación, para así bendecir un predecible tripartito Ciudadanos- PP-Vox. ¿Les va la marcha o, acaso, los extremos anticonstitucionales se tocan? Una y otra vez «como peor, mejor», infligiendo con su desgobierno (siempre andan por Bruselas) flaquísimos favores a la población. ¿Patria o muerte? Sabemos por  experiencia que los individuos y colectivos cuya fuerza ideológica supera a la fuerza de su intelecto son altamente peligrosos.

Como también lo son los chulescos maltratos a los presos durante su traslado a Madrid, la esperpéntica prohibición de entrar objetos amarillos (¿habrá que pintar los limones?) o el farsesco semanario 'El Jueves' en Soto del Real, o la guinda (caca de vaca) del fiscal de la Audiencia Nacional Pedro Rubira, que, casi de cera y con voz cavernosa, ha puesto en duda la imparcialidad de la justicia catalana por contagio sexual con la realidad etarra (Casado 'dixit') en que vive inmersa. Que la farsa, las farsas, no acaben en drama.