El conflicto catalán

¿Qué apertura republicana?

La construcción de un nuevo Estado radicalmente democrático requiere unas hegemonías culturales y políticas que van más allá del 51% que se necesita para ganar un referéndum

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Enric Marín

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Con motivo de la publicación del libro 'Obertura republicana', escrito con Joan Manuel Tresserras, hemos observado que el interés de analistas y periodistas tiende a focalizarse en el análisis de la situación política excepcional que vive Catalunya. Lógico. Esta misma preocupación atraviesa los 15 capítulos que articulan el libro. Pero también es verdad que el diagnóstico de la situación y las propuestas de futuro que formulamos están fundamentadas en una interpretación de la evolución histórica de Catalunya y de la relación entre Catalunya y España.

Pero situémonos en la actualidad. En el ciclo político que va del 2010 al 2017 el independentismo catalán cometió tres errores: menospreciar la fuerza del Estado, no valorar suficientemente el rechazo o las inseguridades que la propuesta independentista podía provocar en una parte significativa de la sociedad catalana y no entender que el conflicto democrático entre el soberanismo catalán y los poderes del Estado es de largo recorrido. Pero los errores de la acción coral de los poderes de Estado aún han sido más graves. ¿Qué explica la miopía tan severa del nacionalismo español? Seguramente el uso de unas gafas ideológicas con una formidable capacidad de distorsión.

En el cambio del milenio el nacionalismo español, férreamente liderado por José María Aznar, hizo una interpretación muy dogmática de la significación de la globalización y de sus efectos sobre la relación entre Catalunya y España. Aznar creyó que la fortaleza del Estado permitía imponer una concepción unitarista de España, y que procedía "cerrar el Estado de las autonomías". El resultado de aquella apuesta política ha sido catastrófico. Básicamente porque lo que explica la profundidad del conflicto entre la sociedad catalana y el nacionalismo español remite a causas estructurales. En este texto me limitaré a apuntar cinco: 1) Los efectos económicos y culturales de los procesos de globalización y la crisis de las identidades nacionales y de los estados nación; 2) La crisis de las democracias liberales; 3) La crisis del régimen del 78; 4) La crisis del proyecto europeo; y 5) La construcción de una nueva hegemonía ideológica, cultural y política en Catalunya.

Un proyecto inclusivo

La confluencia de estos factores y la ruptura unilateral del pacto constitucional que supuso la sentencia del Tribunal Constitucional del 2010 dieron forma a una crisis de Estado en el Reino de España. Mientras tanto, en la sociedad catalana se abrió paso la convicción de que el esquema autonómico había caducado, y que sin las herramientas propias de un estado propio no se pueden garantizar políticas robustas de equidad o la continuidad de una cultura catalana internamente diversa. La sociedad catalana necesita definir un proyecto compartido e inclusivo; no un proyecto identitario. Una identidad de proyecto concebida desde la diversidad constitutiva de la nación.

Partiendo de esta convicción, en Catalunya ha tomado forma una cultura política republicana que asume la necesidad de materializar la ruptura democrática que no fue posible en la salida del franquismo. Una ruptura democrática que culminaría un proceso de empoderamiento social y democrático que comenzó a tomar forma a principios de los años 60 del siglo pasado y que, con altos y bajos, ha tenido continuidad hasta la fecha. Una vez comprobado y asumido que el Estado español se niega a asumir las funciones de estatalidad cultural, política y económica que la sociedad catalana necesita en el contexto de la globalización, solo queda apostar por la estatalidad catalana; trabajar para hacer posible la república catalana.

Ahora bien, la culminación de este proceso de empoderamiento democrático debe tener en cuenta cinco criterios básicos: 1) La salida al conflicto democrático entre el republicanismo catalán y el Estado español no será unilateral, será dialogada, negociada y multilateral; 2) Hacer efectiva la ciudad-república catalana significa hacer el Estado desde la nación real y no forzar la uniformidad de la nación desde el Estado; 3) La construcción de un nuevo Estado radicalmente democrático requiere unas hegemonías culturales y políticas que van más allá del 51% que se necesita para ganar un referéndum; 4) Hacer posible esta sólida hegemonía republicana exige priorizar las políticas culturales y sociales; y 5) Hay que explicar mejor que la apertura republicana catalana no va contra España. Al contrario, significa más integración en el contexto europeo, y en un mundo de interdependencias crecientes.