Pequeño observatorio

Querida Olga

"Besos, como siempre, hasta diez. Así, mientras yo te daba los diez besos, aprendías a contar. Y tú siempre has querido corresponderme -bromista y tierna- dándome once. Gracias por todo, querida Olga"

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Josep Maria Espinàs

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Este jueves de madrugada ha muerto mi hija Olga, y así termina mi libro 'Tu nombre es Olga'. Gracias a todos los lectores que siempre me habéis hecho compañía.

«A veces pienso que quizá no lo deseo, y es una idea a la que no quiero darle muchas vueltas. Te tengo como una especie de ángel que compareció no sé cómo en nuestra vida, y me parece coherente que cualquier día nos abandones también imprevistamente, y nos quede tu recuerdo como el gran misterio de tu existencia.

¿Es ridículo llamarte "una especie de ángel"? Quería decir que nunca has sido para mí un lastre. Todo lo contrario, tú has sido, y eres, una bandera limpia en el mar de mis contradicciones. Tu muerte no sería, pues, "quitarme un peso de encima", sino arrancarme esa luz que no me ha fallado nunca. Claro que podría vivir sin ti, pero no me lo puedo imaginar.

Son las últimas líneas que te escribo, querida Olga. Cada día te he dirigido una carta, a menudo de madrugada, cuando todos dormían y tú también. Me gustaba encerrarme en el despacho pequeño, sentir el silencio, escribir sin parar y sin releer nada. Lo hacía con una extraña prisa, como quien libera un texto indispensable y urgente, y no sé muy bien si redactaba un testamento o una partida de nacimiento de vida.

Ya está hecho, y ahora -como suele pasarme con todo lo que he escrito- lo olvidaré pronto. Vendrán nuevos trabajos, nuevas preocupaciones, nuevos libros. Y un día me avisarás: "Hacen fútbol en la tele". E iremos a comer a la pizzería, donde te llamarán 'signorella', y te volverás a romper las gafas y se verá mejor, entonces, tu cara de gatito. Y no acabaremos de encontrarte las plantillas ideales y cualquier día, dentro del coche, cantaremos como hace tantos años 'la picolissima serenata'. La que "se puede cantar con un hilo de voz", un 'fil de voce'. Con tu hilo de voz hemos entonado, querida Olga, el canto de la vida.

Besos, como siempre, hasta diez. Así, mientras yo te daba los diez besos, aprendías a contar. Y tú siempre has querido corresponderme -bromista y tierna- dándome once. Gracias por todo, querida Olga».