El tablero político español
Con banderas y a lo loco
Cuando alguien declara una alarma nacional, se pasa de lo patriótico a lo patético en cuestión de segundos
Antón Losada
Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela
Antón Losada
Ya no es “A por ellos”. Es “a por él”. La derecha política y mediática ha iniciado una carrera por ver quién enarbola más enseñas de España para sacar a banderazos a Pedro Sánchez de la Moncloa. A este paso, hasta la gigantesca bandera de la plaza de Colón, instalada por José María Aznar en pleno subidón neoespañolista, se va a quedar pequeña para envolver tanta pasión patriótica de Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal y corre serio riesgo de acabar hecha jirones de tanto tirar de ella unos y otros.
Como suele suceder cuando alguien declara una alarma nacional, se pasa de lo patriótico a lo patético en cuestión de segundos. La carrera de populares y naranjas por ver quién convocaba primero la manifestación del domingo acabó recordando aquellas paródicas persecuciones finales de los personajes de 'El show de Benny Hill'. Y no se cansan de correr. Pablo Casado acaba de subir la apuesta proclamando que la agenda de ETA domina Catalunya. Pero no se sorprendan si, en las próximas horas, otro de los convocantes lo ve y sube dos supremacismos, tres populismos y una aplicación del 155 hasta que vuelvan los pantalones de campana.
Si les preocupa que, por esta competición, se resienta la salud de la Santa Alianza que alienta la reconquista desde Andalucía, no sufran. La derecha se despliega, la izquierda se divide; he ahí la diferencia. Convencidos, como medio PSOE, de que todo cuanto haga Pedro Sánchez en Catalunya para buscar una solución política les beneficia, en PP, Cs y Vox ya han aprendido que lo importante pasa por mantener la tensión y disparar la crispación para que no se quede en casa ni un solo voto español indignado.
A tres voces van a presentarnos un película de miedo que bien podría titularse: 'Relator, el terror que devoró España'. Ya conocen el guion. Un presidente felón entrega a las insaciables fauces del monstruo separatista la inocencia de millones de españoles mientras, además, nos humilla aceptando observadores como si fuéramos un país del tercer mundo. Se equivocan quienes sostienen que la derecha española no tiene una solución para Catalunya. Está bien clara: ocupar la instituciones y derrotar al nacionalismo por inanición. Todo cuanto se aparte de la victoria total y completa sobre el independentismo será una felonía y delito de alta traición. Luego no digan que no les avisaron.
Lo más extraordinario de lo sucedido en torno al relator no reside en esa manifestación con banderas y a lo loco a dos días del arranque del juicio del 'procés' y que, de haberla convocado los nacionalistas, sería denunciada como una presión intolerable a la Justicia. Lo más incomprensible es que, sabiendo que a la derecha solo le valen elecciones y Catalunya tiene la llave para provocarlas, tanto la Moncloa como la Generalitat se desgasten en un juego de desconfianzas y ganancias a corto plazo que les impide beneficiarse mutuamente de los pocos acuerdos que alcanzan, que solo sirve para ofrecer aún más y más fácil su yugular política.
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