Emociones sin palabras

Silencios

El silencio no es ausencia de palabras y aún menos de mensaje. Y no es lo mismo callar que silenciar, que es el gran castigo que pretende la privación de libertad

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Núria Iceta

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Acostumbro a llevar siempre alguna idea, alguna sensación en la cabeza de la lectura que tengo entre manos y el otro día era la entrevista a Pablo d'Ors que le había hecho Maria Coll para el último número de la revista 'Valors'. El teólogo madrileño hace tiempo que reivindica el papel del silencio y la meditación, un silencio consciente, como una manera de ser en el mundo, igualmente consciente. Dice d’Ors en esta entrevista: “Tenemos que reducir y, si es posible aplacar, el afán intervencionista que generalmente todos tenemos y que impide que la realidad exprese lo que es y no como nos gustaría que fuera.” Esto no quiere decir, evidentemente, que no pueda o deba ser transformada sino que primero hay que mirar, escuchar. “Palabra y silencio son dos caras de la misma moneda: el secreto de la palabra es el silencio y el secreto del silencio es la palabra”, porque tan interpretables son los silencios como las palabras. Añado yo que en el silencio está el primer estadio de la comunión, de la comunicación interpersonal. Dice también d’Ors: “Yo no puedo decir que me callo mejor que tú. Por lo tanto, si tenemos en cuenta que, al menos de entrada, el ego no tiene cabida en el silencio, este es un buen punto de partida.”

El cine de Portabella
interpela al espectador y las circunstancias actuales nos hacen especialmente sensibles a hablar de presos políticos

Y así llegué al CCCB para la proyección y posterior debate de 'El sopar', la película de Pere Portabella de 1974 que filma la conversación entre cinco expresos políticos del franquismo sobre su experiencia en la cárcel y el impacto una vez fuera. El cine de Portabella interpela al espectador y las circunstancias actuales nos hacen especialmente sensibles a hablar de presos políticos. Lo que no podía imaginar es que me impresionarían precisamente más los silencios que las palabras. El silencio en la película es denso, lleno de significado, aunque precisamente se trate de la filmación de una conversación. Solo los ruidos de la cotidianidad de una cena nos devuelven a la realidad por su familiaridad pero los silencios expresan dolor, rabia, desconcierto, respeto. Especialmente impresionante es el del final, después de la intervención contundente de Lola Ferreira, la única mujer de la mesa, sobre la discriminación añadida que sufren las mujeres. Portabella explica que dijo a su operador que siguiera grabando, que no cortara hasta que fueran los expresos los que con un gesto lo decidieran. Cortar ese silencio hubiera sido tanto como cortar una frase a medio pronunciar. El silencio del moderador para facilitar que los participantes del coloquio se formularan preguntas entre ellos también formó parte del debate. Como el silencio en la mesa antes de responder una pregunta del público que no acabas de saber en qué sentido se plantea

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Pocos meses después rodó una conversación con Oriol Arau, el abogado de Puig Antich, y los silencios, lo que no se dice, vuelve a ser lo más impactante. Arau lee la ficha del caso con precisión cronológica. Contaba Portabella que expresamente había querido mostrarlo así, sin recurrir a una apelación expresa de las emociones para dejar espacio a que la pusieran los espectadores. Esta escena fue añadida con posterioridad a la película. Como también el regreso del cineasta a la masía de Castellar del Vallès donde se hizo el rodaje. De nuevo los silencios. Los de los miembros del equipo, por ejemplo. Portabella dice que ni él mismo sabe detalles de cómo llegaron cada uno de los invitados, que la ignorancia era lo único que los podía salvar si alguno de ellos caía en manos de la policía. “Nosotros tenemos que crear silencios que se han de llenar”. Que metáfora más bonita contra la pornografía sentimental barata. Es una idea que ya le había leído en la entrevista que le hizo Josep M. Muñoz para 'L'Avenç' en el 2008: “El espectador se sitúa y ocupa el espacio entre los pliegues que le ofrece el relato para dar salida a un alud de sentimientos y emociones contradictorias, desde el marco de su propia experiencia y exigencias”. De hecho, no fue hasta muchos años después que Pere Portabella revelaba que el rodaje se produjo el mismo día de la ejecución de Puig Antich, el 2 de marzo. ¡Menudo silencio! El silencio de la sala al terminar la proyección es quizá también su última adenda, al igual que la música no escrita entre las notas o la magia, a menudo poco respetada, de los cinco segundos antes que el director baje los brazos y empiecen los aplausos, las palabras. Los silencios forman parte de las conversaciones, de los problemas y de las soluciones. El silencio no es ausencia de palabras y aún menos de mensaje. Y no es lo mismo callar que silenciar, que es el gran castigo que pretende la cárcel.