Estrategias anticontaminantes

Además de dejar de ensuciar, habrá que limpiar el CO2

Para evitar la devastación económica y ambiental provocada por el cambio climático, los expertos sostienen que también se deberán retirar miles de millones de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera cada año

Ilustración opinión artículo Mariano Marzo 4-02-2019

Ilustración opinión artículo Mariano Marzo 4-02-2019 / periodico

Mariano Marzo

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No hace mucho, pensábamos que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero sería suficiente para salvar al mundo de las consecuencias del cambio climático. La idea era reemplazar las centrales eléctricas alimentadas con combustibles fósiles por energías limpias, mejorar la eficiencia de automóviles y edificios, utilizar luces LED en vez de lámparas incandescentes, comer menos carne, etc. En el 2005, incluso para el <strong>Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático</strong>, la reducción de las emisiones y la apuesta por las energías renovables parecía ser la respuesta, pero la estrategia no ha funcionado según lo previsto. Las emisiones globales han aumentado en vez de disminuir. En la actualidad todo apunta a que reducir a cero las emisiones netas anuales en todo el mundo para el 2050 no será suficiente.

Lograr emisiones negativas a gran escala

Para evitar la devastación económica y ambiental, los expertos en clima sostienen que también será necesario lograr un balance de emisiones negativo. Es decir, que además de no emitir más, también habrá que retirar miles de millones de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera cada año. Lo que viene a ser como decir que no solo tenemos que dejar de tirar basura, sino que necesitamos recoger la que habíamos arrojado con anterioridad.

Para un número creciente de investigadores, el objetivo de lograr emisiones negativas a gran escala se ha convertido en un requisito básico en la lucha contra el cambio climático. Y averiguar cómo conseguirlo constituye una cuestión urgente, prácticamente inaplazable, si el mundo realmente pretende limitar el calentamiento a 1,5ºC, un valor considerado por muchos científicos como el umbral que no deberíamos traspasar si queremos preservar la vida sobre el planeta tal y como la conocemos. Casi todos los países del mundo suscribieron ese objetivo como parte del Acuerdo de París sobre cambio climático en el 2015, aunque evitando referirse explícitamente a los 1,5ºC, al aceptar una redacción ambigua que hablaba de un valor situado “bastante por debajo de los 2ºC”. Actualmente, el calentamiento del planeta se sitúa 1ºC por encima de los niveles preindustriales. Pero está aumentando a un ritmo de 0,2ºC por década y en un informe especial, publicado en octubre del pasado año, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático advierte que apenas queda tiempo para actuar si queremos evitar el mencionado aumento de 1,5ºC.

Mantenerse por debajo de ese umbral exige ajustarse a un presupuesto de carbono concreto, que nos marca la cantidad máxima de dióxido de carbono que podemos agregar a la atmósfera sin incrementar el calentamiento global más allá de dicha temperatura. Tomando como base de cálculo las emisiones actuales, entre 40.000 y 50.000 millones de toneladas por año, algunos científicos calculan que el escenario de 1,5ºC tan solo permite cinco años más de emisiones de dióxido de carbono. Y a partir de ahí, para mantener un balance neto igual a cero, cada tonelada adicional emitida requeriría de una retirada de igual magnitud del gas contaminante almacenado en la atmosfera. Algunas estimaciones hablan de que en el 2050 el mundo tendrá que eliminar de la atmósfera alrededor de 150.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, cantidad que se incrementará a cerca de un billón en el 2100 -lo que aproximadamente equivale a retirar entre 2.000 a 16.000 millones de toneladas por año- empezando tan pronto como sea posible e incrementando significativamente la cantidad a medida que entremos en la segunda mitad del siglo XXI.

Hay que ponerse a trabajar en ello

Para hacer eso, a partir del 2030 tendríamos que comenzar a construir varios cientos de instalaciones de captura y almacenamiento de carbono por año. Estamos hablando de desplegar grandes máquinas para extraer el dióxido de carbono del aire, o de desarrollar plantas de bioenergía que quemen la madera de árboles -cultivados según una planificación que permita un reemplazo continuo- en instalaciones que capturen las emisiones y las envíen a gran profundidad para su enterramiento permanente. Otras opciones, con un perfil tecnológico más bajo, incluirían replantar bosques talados o expandir los existentes, mejorar los suelos de las granjas y los pastos para que retengan más carbono, así como triturar y esparcir ciertos tipos de rocas que absorben dióxido de carbono.

Sin embargo, la mayoría de los métodos de captura de carbono aún se encuentran en las primeras etapas de desarrollo. Hay que ponerse a trabajar en ello y dejar de transmitir la idea de que ya tenemos la solución al cambio climático.