Opinión | EDITORIAL

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Más abusos sexuales en la Iglesia

La desgarradora historia de Constantí se une a otros muchos casos. La institución debe asumir su responsabilidad

Joan María Ramón sufrió abusos de monaguillo

Foto de mosén Llagostera durante la excursión de 1972 al Pirineo de Lleida, Joan Maria Ramon, de monaguillo, abajo a la izquierda.  / periodico

La exclusiva de EL PERIODICO que se publica hoy revela un nuevo caso de abusos sexuales a niños en la Iglesia Católica, esta vez en Constantí (Tarragonès). Una gota que llena más el vaso de las denuncias de unas prácticas deplorables que, en la mayoría de los casos, corresponden a delitos que ya han prescrito, las consecuencias de los cuales, sin embargo, permanecen en la memoria de quienes los padecieron. En las últimas semanas se han destapado diversos casos: el del ‘germà’ Andreu Soler, en el Monasterio de Montserrat, en una confesión de Miguel Hurtado a este diario a la que han seguido más testimonios; y el de ‘mossèn’ Tomàs, en la parroquia de Vilobí d’Onyar y en el colegio Bell-Lloc, de Girona.

"Muerto de miedo"

Ahora, en la triste historia de Constantí, los abusos practicados por el sacerdote Pere Llagostera, fallecido hace dos años, tienen una banda sonora: la canción escrita por Joan Reig, batería de Els Pets, que vertió en 'Corvus' su propia experiencia como víctima en un refugio de montaña en los Pirineos. El relato autobiográfico de Reig describe una «figura en la oscuridad» que provocó el terror entre los chavales («estaba muerto de miedo»), como también relatan Joan Maria Ramon y otros testimonios de la población. Los detalles escabrosos de este asunto tienen muchos puntos en común con los otros casos referidos. Una larga duración en el tiempo (entre los años 60 y hasta finales de los 90); una figura emblemática y aparentemente respetada que lleva a cabo sus acciones escudada en las actividades religiosas, deportivas y asociativas; el temor a denunciarla por las circunstancias sociales o porque se trataba de un referente de la comunidad; y el nulo o escaso eco que la exposición de los hechos despertó en la jerarquía eclesial. Más allá de los detalles individuales, este es el amargo resumen de un tiempo oscuro. 

Se han anunciado comisiones de investigación y el padre abad de Montserrat ha reconocido los abusos, ha pedido perdón y ha afirmado, en su homilía del domingo, que «es necesario afrontarlos con decisión». Es de esperar que así sea, sin subterfugios, en todos los casos, para remover conciencias en la línea expresada por el papa Francisco, que ha convocado el 21 de febrero una reunión histórica en el Vaticano. Nada podrá alejar a las víctimas del espectro de su sufrimiento, pero la institución debe reflexionar seriamente sobre su culpa y asumir responsabilidades. Por lo que sucedió en el pasado y para evitar lo que no debería volver a ocurrir en el futuro.