PEQUEÑO OBSERVATORIO

Todavía hablo con la máquina

No soy un artista del teclado, a veces los dedos me hacen errar porque deben parar

maquina  de escribir  de Ettorre Sottsass

maquina de escribir de Ettorre Sottsass / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Me parece justo que manifieste mi agradecimiento al inventor de la máquina de escribir, el señor Martin Tytell. Es de justicia, dado que yo he escrito todos mis libros y mis artículos en una Olivetti Studio 46.

La colocación de las teclas que se iban entintando parecía arbitraria pero era un gran acierto teniendo en cuenta la posición y la movilidad de los dedos. El escritor hablaba con las teclas, y esta conversación –tan rápida, tan breve como podía– para dejar paso a la continuidad de tecleo.

Marcas distintivas

Para el inventor cada máquina de escribir era única. Como el inventor acostumbraba a recordar a todos, ese aparato no venía de ningún cable que saliera de la pared. Aquello era vida que estaba escondida en el interior. Había marcas distintivas: un control al carro, un retraso de las teclas o un desgaste particular de la «G» o de la «P». Esto se reflejaba, como una huella digital en el papel.

Tytell examinó durante mucho tiempo los documentos escritos a máquina por el FBI y la policía. Cuando veía una carta era capaz de descubrir la máquina culpable.

Desde que empecé a escribir, cuando era adolescente he utilizado de una máquina de escribir mecánica. No soy no un artista del tecleado. A veces los dedos parece que hacen que me equivoque porque tienen que detenerse. No me enfado y no la regaño. Me da la oportunidad de repensar la escritura que avanza, o a lo mejor del error acaba naciendo una frase que parece que quedará mejor.

Soy amigo de los errores que me ayudan a crecer en la diversidad.

Ahora ya no hay ese tecleo poderoso y ruidoso. Ahora en las redacciones de los periódicos domina un absoluto silencio. Alguna vez que he entrado he visto cómo se ha impuesto la tecleadora pacífica. El ruido no sabe decir nada.