Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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De cómo el nazismo ganó en las urnas... más de una vez

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En 1939, casi mil judíos abandonaron Alemania a bordo del 'St Louis'. Estados Unidos no los acogió, Canadá tampoco, Cuba tampoco.  Les devolvieron a Europa. Acabaron en los campos de concentración de los que huían.

En 1941, zarpó el 'Struma', al que tampoco dejaron atracar en ningún puerto.  781 pasajeros, todos judíos –entre ellos más de cien niños y algunos bebés–, todos fallecieron.

La semana pasada, hablé de 140 menores de edad que estaban en alta mar en riesgo de muerte. Uno de ellos ya ha fallecido. Podía haber sido rescatado, salvado. Pero no se dejó zarpar a los barcos que lo hubieran hecho –y que estaban preparados, en puerto, con toda la tripulación lista, sin gasto para el contribuyente–,  mientras que se gastó una cifra desmesurada en un menor que se sabía que había  fallecido. En un rescate que pagamos todos.

Y, para que no se tergiversen mis palabras. No estoy en contra del rescate de Julen. Estoy absolutamente en contra de la decisión de no dejar zarpar al 'Open Arms' y al 'Aita Mari'.

Los judíos que fallecieron hace 80 años recibieron el mismo trato mediático que el niño que murió la semana pasada: ninguno. Ese niño no ha tenido eco en las noticias. Yo me he enterado vía <strong>Open Arms Fund</strong>.  El rescate del cuerpo de Julen ha acaparado todos los medios.

Aunque ahora, en las películas, se nos quiera hacer creer que la población estaba a favor de los judíos, esto es radicalmente falso. Yo he estado en <strong>Dachau</strong> (foto). El campo de concentración estaba al lado del pueblo, y de hecho algunos de los habitantes les daban comida a los internados a través de la valla. El antisemitismo era rampante en Occidente, durante la guerra y después. Basta leer las memorias de <strong>Boris Cyrulnik</strong>, que sobrevive a la guerra y tiene que lidiar con el antisemitismo después.  O 'El asesino ciego' de <strong>Margaret Atwood</strong>, que habla del antisemitismo en Canadá.

Hay que recordar que Hitler llegó al poder en unas elecciones democráticas, y que Austria se anexionó al Tercer Reich en un referéndum democrático. Y que esa gente que amaba al 'Führer' veía normal que se les despojara a los judíos de sus bienes y se los internara en campos de concentración, porque eran judíos. Que veía lógico que Canadá y Estados Unidos no dejaran entrar en puerto al 'St. Louis' y al 'Struma'. Como ahora ve lógico una gran parte de nuestra población lo de no dejar entrar a nuestro país a gente que huye de una guerra, y dejarlos morir en el mar. Dejar morir a los niños y bebés también.

Los judíos que
fallecieron hace
80 años
recibieron el
mismo trato
mediático que
el niño que
murió la pasada
semana en alta
mar: ninguno

Parece que nos indignan los campos de concentración nazis, pero no las atrocidades de la guerra en Siria. Y también hablamos de un genocidio. El informe de Amnistía Internacional habla de una limpieza étnica de «escala histórica».

El régimen de Bachar el Asad, con el apoyo de Rusia e Irán, lleva más de siete años, ante nuestro silencio cómplice, perpetrando el que es, sin duda, el mayor genocidio desde la segunda guerra mundial. Y el Ejército Islámico, por su parte, se lleva por delante a chiítas, cristianos, asirios y todas las demás minorías que cree que le obstaculizan en su camino para establecer un califato. 

Y que no me vengan diciendo que «es que los que van en el barco han pagado a mafias de tráfico de personas». ¿Y se creen que los judíos que intentaban huir del nazismo no pagaban a gente que traficaba con su futuro? ¿No ven ustedes películas de la segunda guerra mundial o qué?

O que no me digan que «aquí no caben y no podemos acogerlos». Claro que podemos.

El mero hecho de que la población aumente también incrementará la demanda. Si hay más población, hay más trabajo. Por eso, la llegada de inmigrantes fue clave para el espectacular crecimiento económico de los años de vacas gordas (entre el 2001 y el 2006 aportaron el 30% del PIB), sobre todo en sectores como el turismo y la construcción.

Por otra parte, menos del 1% de los beneficiarios de pensiones en España son extranjeros, mientras que 1,7 millones de personas extranjeras afiliadas a la Seguridad Social están aportando al sistema. Y son datos del Ministerio de Empleo, no de una ONG perroflauta.

Lo que inauguró el nazismo, como sistemática forma de aniquilar al diferente, ha confirmado que aquella eficacia puede repetirse tantas veces como se quiera. La excepcionalidad del nazismo no fue tal: ha contribuido a definir la posmodernidad. 

Por eso, cuando digo que las consignas de Vox en realidad son neonazis, sé muy bien de lo que estoy hablando.