OPINIÓN

La cuesta de febrero

Messi es estructural en el juego y en el estado de ánimo colectivo, así que es lógico que se tratara de relativizar sus molestias

Leo Messi, atendido en la banda durante la segunda mitad del Barça-Valñencia

Leo Messi, atendido en la banda durante la segunda mitad del Barça-Valñencia / periodico

Albert Guasch

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El calendario ya ofrecía un febrero tan excitante como extenuante. No se contaba con que a las primeras de cambio hubiera que aguardar a un parte médico que provocaba en el barcelonismo temblores fríos como una mala gripe. Peor que los dos puntos chafados ante el hormigón de Marcelino, que la Liga es larga, asustó contemplar a Messi tendido a ras de césped con el aductor recibiendo friegas urgentes. Y no tranquilizó constatar que evitó el esprint y el dribling en los 20 minutos restantes. Al término del partido pareció esparcirse la consigna de jugar al despiste, de echar humo ante su estado, y si acaso relativizar el daño. Comprensible. Messi es estructural en el juego y en el estado de ánimo. "Por Dios, que no sea nada", dijo con elocuencia juvenil Aleñá.

Febrero empieza, pues, con una cuesta digna de un puerto de primera categoría. Se presentaba un partido para ganar sudando, pero asumible, quizá de los menos exigentes de este tanda que viene. Con la alineación, Valverde debió pensar algo similar. Puso en liza un equipo con cambios sustanciales, nada que objetar, pero desnaturalizado, abundancia de futbolistas colocados a contrapié, aturdido frente a los contragolpes valencianistas y sin fórmulas limpias y precisas para asaltar la portería de Neto.

Desaparecido de nuevo

El Valencia supo plantear un partido bacheado como un camino abandonado. Se empotró atrás, pero se desató hacia delante cuando convenía. Se cuenta con que Messi sabe conducir a toda prisa por todas las superficies, y marcó el doblete con la naturalidad habitual para desencajar a los hombres de Marcelino. Hasta que el desencajado fue él y sobre todo el Camp Nou, que se quedó catatónico con sus molestias. Hubo turbulencias con la cabeza sangrada de Piqué. Pero esto ahuecaba el estómago.

No se pudo contar con la inspiración de Coutinho, que volvió a su triángulo de las Bermudas particular, desaparecido e ilocalizado. Solo cabe esperar que lo de Messi no sea nada, como transmitió el club. Este febrero no necesita empinarse más.