Opinión | EDITORIAL
El adiós de Uber y Cabify
Con la marcha de los VTC Barcelona queda un poco fuera de los mapas del siglo XXI
Las administraciones cedieron la semana pasada a la presión de los taxistas que ocupaban la Gran Via de Barcelona. El decreto de la Generalitat aprobado el martesdecreto de la Generalitat aprobado el martes establece un tiempo mínimo de 15 minutos para contratar el servicio de los vehículos de Uber y Cabify que actúan con licencias VTC. Un límite que el Área Metropolitana de Barcelona podrá ampliar, ya ha dicho que lo hará, a 60 minutos. Esta regulación ha provocado ahora el anuncio de Uber y Cabify de que dejan de operar en Barcelona. No es una buena noticia, primero para los cientos de conductores que perderán su trabajo. Segundo, para los usuarios de este servicio alternativo al taxi. Y en última instancia, para la marca de una ciudad que compite en el mercado turístico global en el que pierde un atributo, no sustancial pero importante. Barcelona queda un poco fuera de los mapas del siglo XXI.
Las reacciones al anuncio de estas compañías han estado cargadas de cinismo. La Generalitat y el ayuntamiento se han mostrados sorprendidas cuando sabían perfectamente lo que estaban haciendo en la última semana. Pueden estar ofendidos, pero sabían lo que se jugaban. La oposición critica hoy por las consecuencias de lo que exigió ayer. Los que clamaban por que los taxis salieran de la capital ahora lamentan la marcha de los que han expulsado para cesar las hostilidades.
En lo que todo el mundo coincide es en señalar que los acuerdos para acabar con la huelga del taxi eran poco más que un apaño. Difícilmente, el contenido del decreto de la Generalitat pasaría un tribunal europeo. Por eso, las firmas de VTC anuncian que se van, a territorios o ámbitos menos hostiles, pero saben que acabarán volviendo cuando ganen en los tribunales. El problema es que hayamos sido incapaces de hallar un solución para todos. Los taxistas tienen razón cuando dicen que los VTC les cambian las condiciones de su concesión. Para ellos, la única solución es eliminar esa concurrencia. Se necesita tiempo y paciencia para explicarles que eso no funciona así. Lo que hay que cambiar precisamente son las condiciones de esas concesiones y exigir indemnizaciones por la alteración a quienes han pagado un alto precio por unas licencias que ahora dan menos rentabilidad. Para llegar a este punto, que debería ir acompañado de una mayor exigencia a los VTC en la medida que se equiparen al servicio de taxi, hay que alimentar previamente una negociación que no ha existido.
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