Reacción de Uber y Cabify
Hasta pronto
Habrá nuevas sentencias europeas sobre competencia y nuevas formas de negocio que volverán a zarandear el precario equilibrio de un sector en transformación como es el del taxi
Ester Oliveras
Economista. Profesora en la Universitat Pompeu Fabra (UPF).
Ester Oliveras
Ante la entrada en vigor del decreto aprobado por el Govern, la respuesta de Uber y Cabify ha sido suspender sus servicios en Barcelona UberCabifyBarcelona. Esta reacción airada de las compañías de VTC parece más bien una medida presión y, quizá, cuando baje el suflé y con algunos ajustes estructurales, podrán encontrar la manera de seguir ofreciendo sus servicios. A pesar de esta percepción, la realidad es que, a corto plazo, en la ciudad condal no se ha encontrado la fórmula para que coexistan ambos modelos de negocio, contrariamente a los que ha sucedido en una gran parte de las capitales europeas.
Contrastar manzanas con bicicletas
A estas alturas, ya existen estudios académicos que demuestran numéricamente que la capacidad disruptiva de Uber se genera a partir de la diferencias normativas entre estas empresas y el sector regulado. A mayor diferencia, mayor disrupción de mercado. Y, a eso, se llama competencia desleal. Jugar el mismo juego, pero con normas distintas. El decreto aprobado intenta equiparar las condiciones de ambos jugadores, pero utilizando medidas diferentes. Mientras que el sector del taxi está sometido a licencias y tarifas reguladas, las compañías de VTC no pueden tener acceso a la geolocalización, no pueden esperar en la calle y el servicio se debe solicitar con antelación. Es como contrastar manzanas con bicicletas, y a corto plazo, una de las partes ha decidido que este juego no es justo.
Es curioso que el mismo colectivo que se quejado vehemente de prácticas comerciales agresivas, se haya aprovechado durante décadas de prácticas monopolísticas para beneficio propio: presionando al consistorio para limitar el número de licencias y, en consecuencia, favorecer que sus precios se incrementaran. Por este motivo, es imprescindible que se regule también la compraventa de estas licencias, aunque no se esperan movilizaciones del sector para acelerar este proceso.
Otro de los argumentos utilizados frecuentemente por el sector de taxi es el pago de impuestos, erigiéndose como salvadores del Estado del bienestar a través del pago religioso de los mismos. Es cierto que las multinacionales, todas, tienen más posibilidades de ingeniería fiscal a través de situar las empresas matrices en nichos o paraísos fiscales como Delaware o Panamá; es un problema amplio que va de Amazon a Uber y que debe analizarse caso por caso. Pero igual de ciertas son las bonificaciones fiscales del sector.
Por el momento, los perdedores de este conflicto son, por un lado, los trabajadores de los VTC, que han visto esfumarse sus lugares de trabajo y, por otro, las personas consumidoras, que tienen menos opciones para el transporte urbano. Pero esto no acaba aquí. El apoyo social al sector del taxi ha caído en picado durante estas semanas, y esto también irá en su contra. Habrá nuevas sentencias del tribunal de la competencia europeo y nuevas formas de negocio, todavía desconocidas, que volverán a zarandear el precario equilibrio de un sector en transformación.
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