Dejar de creer

Apostasía en el islam

En su artículo décimo, la Declaración de los Derechos Humanos de El Cairo prohíbe forzar a cualquier persona a cambiar su religión, pero no reconoce el derecho de un musulmán a dejar de serlo

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Xavier Rius

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El caso de la joven Rahaf Mohammed Alqunun, acogida como refugiada en Canadá, tras solicitar asilo en Tailandia cuando iba a ser devuelta a Arabia Saudí, vuelve a poner sobre la mesa la tragedia que viven en la mayoría de países musulmanes aquellas personas que, como ella, manifiestan que han dejado de creer en la religión de sus padres. Algo penado con la cárcel o la muerte en su país.

Tanto en el Antiguo Testamento de los cristianos, como en la Torá del judaísmo –que son con pocas diferencias el mismo libro-  hay versículos que proponen castigar a los infieles y a quienes incumplen los mandamientos. En muchos periodos de la historia los reinos cristianos iniciaron guerras contra estados de distinta religión o seguidores de otras ramas del cristianismo. Pero tras las cruentas guerras religiosas que azotaron Europa en los siglos XVI y XVII, se impuso en el XVII y XIX en la mayor parte del viejo continente los valores de la Ilustración que ubicaban las creencias religiosas en el ámbito privado, mientras la razón, la ciencia y el debate ocupararían el público. Y con mayor o menor rapidez y diversos retrocesos, esta concepción se impuso. El catolicismo, que en el Evangelio relativiza o deja sin valor las llamadas a castigar en la Tierra a pecadores e infieles que se hacen en el Antiguo Testamento, oficializó su adaptación en el Concilio Vaticano II. En el continente americano hay millones de evangélicos fundamentalistas que niegan la teoría de la evolución, y proclaman que el sida es un castigo divino como las plagas de Egipto. Pero afortunadamente las democracias consolidadas no permiten que dichas ideas condicionen los códigos penales o civiles. Israel fue creado por Ben Gurion, que reconocía que, pese a ser judío por cultura y familia, no era creyente. En Israel una persona que afirma no creer en Dios o que es homosexual, no solo no tiene que esconderlo, sino que puede tener un cargo público.   

Los códigos penales y civiles han evolucionado

El Corán, que comparte con la Biblia parte de su contenido, tiene muchos fragmentos proponiendo castigar o matar a los infieles, y a los que incumplen sus preceptos. En algunos países musulmanes los códigos penales y civiles han evolucionado, suprimiendo la pena de muerte o eliminado la discriminación que propone para la mujer. Pero a diferencia de las sociedades de las otras dos religiones monoteístas, en la mayoría de países islámicos no se ha aceptado el derecho a cambiar de religión. Y frente a la Declaración Universal de los Derechos Humanos muchos países islámicos han suscrito la Declaración de los Derechos Humanos de El Cairo que en su artículo décimo, tras afirmar la primacía natural del islam, prohíbe forzar a cualquier persona a cambiar su religión. Pero no reconoce el derecho de un musulmán a dejar de serlo. Y hasta que los países musulmanes no reconozcan este derecho, habrá muchos casos como los de Rahaf Alqunun. Y por más que incomode a nuestras relaciones con las monarquías árabes, las sociedades que nos basamos en la libertad ideológica, deberemos darles nuestro apoyo.