El juicio del 'procés'

Elogio al Supremo

El inicio de la vista oral permitirá que la propaganda dé paso a los argumentos técnicos y probatorios de un lado y otro

El magistrado Manuel Marchena, junto a los jueces Andrés Martínez Arreieta y Juan Ramón Berdugo, el pasado 18 de diciembre en el Tribunal Supremo, durante la vista de las cuestiones previas del caso del 'procés'.

El magistrado Manuel Marchena, junto a los jueces Andrés Martínez Arreieta y Juan Ramón Berdugo, el pasado 18 de diciembre en el Tribunal Supremo, durante la vista de las cuestiones previas del caso del 'procés'. / periodico

Joaquim Coll

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Asistimos a diario a una durísima descalificación por parte del mundo soberanista del juicio en ciernes contra los líderes del 'procés'. Hemos presenciado durante meses un cansino circo mediático con incontables entrevistas a los encarcelados, algunas veces a sus familiares y sobre todo a los abogados de la defensa que han reiterado la tesis de que la condena está escrita de antemano.

Se ha creado un clima emocional insoportable a favor de los presos, enfatizando la idea de que no cometieron ningún delito y que la prisión provisional responde solo a un propósito de escarmiento anticipado por parte del Estado. Hemos escuchado palabras muy gruesas contra la justicia española estableciendo paralelismos insultantes con las peores dictaduras del mundo. Por eso es una excelente noticia que la vista oral esté a punto de empezar para que la propaganda dé paso a los argumentos técnicos y probatorios de un lado y otro.

A los demócratas no nos cabe ninguna duda de que van a tener un juicio justo. Quien quiera va a poder seguir en directo por televisión lo que suceda en la Sala Segunda de lo penal del Tribunal Supremo. No hace falta la presencia de ningún observador internacional, menos aún de entidades que, bajo esa máscara, tienen una explícita vinculación con el mundo independentista y no desarrollarían una labor objetiva sino de propaganda.

El peor favor que se le puede hacer a los procesados es intentar convertir el juicio en un mitin político. No se van a juzgar ideas sino hechos. Lo reconocía con acierto Xavier Melero, abogado de Joaquim Forn quien, a diferencia de las defensas politizadas de los otros procesados, como la del mediático Jordi Pina, va a centrarse en las cuestiones técnicas y en la inexistencia de pruebas contra su cliente. A mediados de enero, Melero dejó boquiabiertos a los oyentes de RAC-1 cuando afirmó que "es la mejor sala que les podía tocar", pues los siete jueces que juzgarán el caso son todos de "gran prestigio". Añadía que el Supremo español es el tribunal europeo que menos condenas ha encajado en cuanto a vulneración de derechos humanos por parte de Estrasburgo.

Riesgo de fuga

A lo largo del 2018, se ha impuesto en la opinión pública la idea de que la prisión provisional duraba demasiado y sería mejor que los acusados estuvieran en libertad. Políticamente, es una idea cómoda de sostener, pero la justicia no funciona por criterios de conveniencia. Con Carles Puigdemont en el "exilio" belga y Marta Rovira huida a Suiza, el riesgo de fuga imposibilitaba la excarcelación de los otros. También Melero aceptó que esa era la lógica del tribunal, y no el escarmiento.

No ha ayudado tampoco que tanto Jordi Turull como Oriol Junqueras se reafirmasen en la desobediencia y en que volverían a hacerlo. No existe en el Supremo ánimo de venganza, sino la voluntad de celebrar un juicio justo cuanto antes. La prisión provisional no es la excepción sino la norma cuando los procesados se enfrentan a delitos tan graves. La rebelión, sedición o malversación lo son, aunque ahora tocará en el juicio demostrar esas acusaciones ante el principio de presunción de inocencia.