Al contrataque

De Proust a Houellebecq

Ambos autores tienen en común una cosa importantísima para todo escritor que no sea un genio (Proust lo es): la inteligencia

Michel Houellebecq, en el 2017 en Nueva York.

Michel Houellebecq, en el 2017 en Nueva York. / periodico

Milena Busquets

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He vuelto a leer a Proust, que había leído por primera vez con 18 años y que, como ya he dicho en alguna ocasión, me cambió la vida. Las listas que hacemos los autores de nuestros 10 o 20 o 30 libros favoritos son siempre un poco tramposas: amamos a un solo libro en nuestra vida, y eso si tenemos suerte.

Ese único libro es el que nos empuja a leer los siguientes, pero hay siempre un libro fundacional, del mismo modo que hay un amor fundacional: el amor de nuestra vida. A pesar de que luego, a lo largo de nuestra existencia, podamos amar a muchas personas. Aunque tampoco a tantas. Y no a la vez, claro, con cierto orden.

También los que afirman tener más de cinco amigos, o de dos, se autoengañan un poco. Dentro de todo me parece que el amor sentimental es más fiable, las traiciones más claras y más limpias.

Es vital que los niños y los jóvenes lean

Proust ensanchó mi mirada ante el mundo (que los grandes autores retratan y a la vez crean un mundo es un tópico mil veces repetido pero cierto) y me ayudó a aceptarme a mí misma. Por eso es tan vital que los niños y los jóvenes lean, no solo para que sean más abiertos y tolerantes con el prójimo, para que lo sean consigo mismos.

Descubrí con Proust, por ejemplo, y aunque parezca una bagatela no lo es, que era aceptable interesarse por la ropa que uno llevaba puesta, que la elegancia podía ser un tema importante, o al menos no vergonzante. En mi culto, intelectual y burgués hogar, la moda se consideraba una frivolidad y una pérdida de tiempo. Tardé años en convencer a mi madre de que ir de compras podía ser divertido y cuando tiempo después me puse a escribir un blog de moda, un día, después de decirme que le gustaba mucho, añadió: “Bueno, ahora que ya has pasado dos años hablando de bolsos, te podrías poner a hablar de cosas importantes”. Pero Proust ya me había dicho que estaba bien hablar de bolsos o de lo que me diese la gana.

El viernes estaba empezando a leer el sexto de los siete volúmenes que tiene 'En busca del tiempo perdido' (2.400 páginas en la edición de Gallimard en un solo volumen, 4.000 y pico en la edición dividida) cuando me llegó un ejemplar de 'Serotonina', la última novela de Michel Houellebecq. De repente, tuve unas ganas terribles de leer a Houellebecq. Se podría considerar que Houellebecq es lo opuesto a Proust pero sería un error, ambos tienen en común una cosa importantísima para todo escritor que no sea un genio (Proust lo es): la inteligencia.

Proust piensa y analiza con sumo detalle mientras que Houellebecq ha decidido decir lo primero, o más bien lo segundo, que se le pasa por la cabeza, pero como es divertido, honesto y malvado, funciona. Porque no solo de Proust vive el hombre.