Una Crida divergente

Carles Puigdemont recibe el aplauso de los asistentes al congreso de la Crida tras su discurso en la clausura del congreso constituyente.

Carles Puigdemont recibe el aplauso de los asistentes al congreso de la Crida tras su discurso en la clausura del congreso constituyente. / JORDI COTRINA

Astrid Barrio

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Este fin de semana, después de numerosos retrasos que dan cuenta de los dificultoso del proceso, ha tenido lugar el congreso fundacional de la Crida Nacional per la Republica, el proyecto político impulsado por Carles Puigdemont con la intención declarada de sumar a las personas partidarias de proclamar la república catalana y no a siglas partidistas.  Un matiz que plasma a la perfección el desengaño inicial de una organización concebida en sus inicios como el 'pal de paller' del independentismo y que no ha sido capaz de atraer a ningún partido , ni siquiera al PDECAT, la formación del Puigdemont.

Es por ello, a pesar de haber sido inscrita en el Registro de Partidos del Ministerio del Interior, porque es muy importante registrar la marca,  finalmente, y más allá de la retórica antipartidista propia de muchos movimientos políticos contemporáneos, no se define a sí misma como un partido sino como una asociación. Con ello pretende favorecer la adhesión de personas vinculadas a todos los partidos independentistas y no contravenir las habituales prohibiciones partidistas de doble militancia. Se trata de una argucia pensada sobre todo para atraerse a miembros del PDECAT,  que, a pesar de todos los augurios cuando David Bonvehí desplazó a Marta Pascal en el congreso del partido celebrado el pasado verano, de que el partido se rendiría a la Crida, este se sigue resistiendo a ser absorbido por el proyecto puigdemontista. En este sentido fue más que llamativa la ausencia de Artur Mas del congreso fundacional

Y aunque se ha considerado que la Crida es la enésima mutación del gen convergente lo cierto es que el movimiento tiene muy poco de él. Casi ninguno de sus dirigentes son del partido,  a lo sumo sus promotores y más bien proceden del entorno de la desaparecida fundación CatDem. Y sus líderes visibles, Jordi Sánchez como presidente y Jordi Morral como secretario general,  proceden de Iniciativa per Catalunya Verds. Ni rastro de la vieja guardia convergente.

En lo que más se parece la Crida a la antigua Convergencia es en su eterna competición con ERC y ante la perspectiva de verse superada por los republicanos en las elecciones locales y europeas de mayo vuelve a apostar por la unidad electoral.  Esta vez, sin embargo, está más sola que nunca y ni siquiera cuenta con la presión favorable de las entidades soberanistas, no hay que olvidar que la ANC ha impulsado su propio proceso de primarias y que como cualquier partido va a presentar a sus propios candidatos. La CUP, por no perder la costumbre, ni está ni se la espera y ERC lo ha descartado. Se puede dar la paradoja de que la Crida surgida con la vocación de unificar el espacio independentista aprovechando la exitosa estela de Junts per Catalunya no solo no logre logrado unificarlo sino que contribuya a fragmentarlo aún más. Y si llegado el caso el PDECAT y la Crida ya como partido se presentan por separado el instrumento pensado para sumar acabará restando.