Nadal aún es el mejor... en tierra

Si alguien quiere sentenciar al mallorquín por este resultado, se equivoca

Nadal, en la rueda de prensa posterior a la final.

Nadal, en la rueda de prensa posterior a la final. / periodico

Javier Duarte

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Es evidente que Rafael Nadal no ha tenido su día en la final del Abierto de Australia en Melbourne. El tenista mallorquín ha estado incómodo en la pista, se ha movido más lento de lo que es habitual en él  y se le ha visto falto de la energía y la positividad que siempre ha desmostrado en este tipo de situaciones. Pero es evidente también que la diferencia que existe hoy en día entre Nadal y el actual número 1, Novak Djokovic, no se aviene con este resultado tan abultado: 6-3, 6-2, 6-3.

Un resultado que les vendrá muy bien a aquellos a los que les hace gracia ver perder a Nadal. Ellos limitarán su análisis a ese resultado, que ya digo que a mí me parece engañoso. Quizá cuando hablemos de nuevo el próximo mes de junio, coincidiendo con el segundo grande del año, en Roland Garros, las cosas serán distintas.

Y es que, para mí, Rafael Nadal sigue siendo el mejor... en tierra batida. Rafa ha llevado a cabo un partido malo, es verdad, muy lejos de lo que él mismo esperaba. Después de dos semanas perfectas, en la final ha saltado a la pista sin nervio, no ha enconrado el 'feeling' que sí había tenido en los seis partidos anteriores. Ha jugado sin sensaciones desde el primer momento, no tenía las ideas frescas.

El mallorquín es uno de los mejores restadores del mundo porque es rápido de piernas, intuitivo y mueve la muñeca muy rápido, pero en cambio este domingo no ha sido capaz de contrarrestar el servicio del serbio, que no ha sufrido en ningún momento. Djokovic se ha dado cuenta de la situación y se ha limitado a jugar de forma muy equilibrada, sin buscar grandes puntos ni jugadas increíbles. Ha visto que no era el día de Nadal y ha metido todas las bolas que ha hecho falta. No hay que olvidar que es otro número 1, ahora mismo el mejor en pista rápida. Ha regresado de su mala época con alegría y mucha fuerza. Sabe a lo que juega y juega a lo que sabe jugar. Esa es su fortaleza.

Pero, insisto, si alguien quiere sentenciar a Nadal por el abultado resultado que ha sufrido, se equivoca. La diferencia no es tanta, ni muchos menos. Es otro número 1, el mejor de la historia sobre tierra batida y de los tres mejores de la historia sobre todas las superficies. En París volveremos a hablar.