Dos miradas

Vomitar

En especiales de TV sobre el rescate de Julen se ha seguido un guion maquiavélico de pornografía sentimental para enganchar a la audiencia

Velas en memoria de Julen, en Totalán.

Velas en memoria de Julen, en Totalán. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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La primera obligación de los que manejan la basura y la esparcen es venderla como si fuera un diamante. Este principio está en la entrada de las redacciones de varios programas de televisión, en la carta de presentación de muchos espacios, la previa de cualquier emisión. El viernes vi el especial de Ana Rosa QuintanaAna Rosa Quintana sobre el rescate de JulenJulen, el niño que cayó en un pozo. Hacía tiempo que no experimentaba el horror de esta ceremonia manicomial e intenté entender el mecanismo de la pornografía sentimental.

El primer punto es presentar el espectáculo como si no lo fuera. Hablan de obligación y de responsabilidad cívica. "Todo el mundo hace lo que puede y nosotros podemos informar". Pero como no hay nada que decir, entonces entra en juego un segundo punto, el de la grandilocuencia y la repetición. Todo se mueve sobre el mismo eje: girar alrededor de una fraseología vacía de contenido con un tono grave y circunspecto. Inevitablemente, la cosa deriva hacia una poética mezquina que genera expresiones como esta: "El corazón no sabe de relojes". Y, tercer punto, seguir un guion maquiavélico que persigue la idea de crear un clima dramático -como si se tratara de una teleserie- que no está pensado como servicio o consuelo sino como antesala del clímax. Para que la audiencia se enganche a la idea de un final feliz y para que la frustración de las expectativas sea, por supuesto, un nuevo reclamo sentimental. No vomité porque tomaba notas.