CIENCIA

El futuro del trabajo

Las nuevas tecnologías van a influir en los valores sobre los que organizamos nuestra sociedad

ilustracion ciencia opinión Pere Puigdomènech. Futuro del trabajo

ilustracion ciencia opinión Pere Puigdomènech. Futuro del trabajo / periodico

Pere Puigdomènech

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El trabajo que hacemos, haremos o hemos hecho califica nuestra vida en muchos aspectos económicos, sociales y de bienestar personal. En algunos de los documentos que tratan de definir los derechos humanos, figura el derecho al trabajo y a un trabajo digno, pero la experiencia nos demuestra cada día que mucha gente no puede ejercerlo. En la actualidad, el trabajo se está transformando en parte debido a unas nuevas tecnologías que producen cambios profundos en nuestra sociedad. La manera en que aplicamos estas tecnologías en nuestro trabajo dependerá de las prioridades y los valores en los que basamos nuestras decisiones personales y colectivas. Algunos de estos aspectos han sido el objeto de un informe reciente del Grupo Europeo de Ética de las Ciencias de la Unión Europea.

Nuevas tecnologías de todo tipo están impactando en cómo trabajamos desde antes de empezar la actividad. Hay empresas que proponen escoger a la persona que ocupa un trabajo a partir de los datos sobre ella que hay en las redes. Y también se plantea que hay que analizar el genoma de los posibles candidatos para comprobar si es la persona apropiada. Actualmente se discute cuántos puestos de trabajo desaparecerán con la aplicación de las nuevas tecnologías como las basadas en la digitalización o el uso de robots.

El cambio a sistemas automatizados

Vemos cada día que funciones que hace poco tiempo llevan a cabo personas han sido sustituidas por procedimientos digitalizados, por ejemplo en los servicios financieros o en las fábricas. Y nos podemos felicitar de que haya máquinas que sustituyan trabajos que son penosos para quienes los ejercen, pero se ha publicado que casi la mitad de los puestos de trabajo en un país como Estados Unidos pueden ser sustituidos por sistemas automatizados. No todo el mundo está de acuerdo con este dato en particular porque también crean nuevos puestos, pero está claro que las condiciones de trabajo están cambiando en gran cantidad de sectores.

Una primera dificultad que nos encontramos es la definición de trabajo. Acostumbramos a denominar trabajador a aquel individuo que realiza una actividad para otro a cambio de una remuneración. Pero esta puede ser una definición restrictiva. Alguien puede llevar a cabo una actividad productiva para sí mismo o puede no esperar una remuneración. De hecho hay muchas actividades que se hacen en casa, por ejemplo en el cuidado de los pequeños o de los mayores que no están pagadas. Esto tiene consecuencias importantes cuando algunos de los beneficios del Estado del bienestar como son el acceso a la sanidad o a una pensión pueden depender de tener un trabajo remunerado. Por otro lado las tecnologías tienen un desarrollo acelerado y plantean cuestiones relativas a cómo formamos a las personas. Hay quién se queja de que nuestro sistema no prepara a los jóvenes para el mercado de trabajo, pero es probable que una vez formados se encuentren con que las herramientas que tendrían que usar ya han cambiado.

La estructura del mercado de trabajo

Otros factores también actúan sobre la estructura del mercado de trabajo como la globalización o la necesidad de actuar sobre el cambio climático. Es muy probable que en un futuro cercano haya que cambiar la forma en que obtenemos y utilizamos la energía, y esto tendrá efectos sobre muchos oficios como ya lo han tenido en las minas de carbón. Es probable también que haya que plantearse si tiene sentido el volumen de transporte de productos y personas que hacemos y esto puede afectar a los lugares donde producimos o al mismo turismo. Y en el mundo globalizado en el que vivimos repartir el trabajo implica hacerlo tanto en nivel planetario como local, y ya estamos viendo las tensiones que producen las migraciones en todo el mundo.

Hasta ahora nos hemos planteado el trabajo como un aspecto más de nuestra sociedad basada en la oferta y la demanda. Este modelo ha sido llevado al extremo después de la última crisis que ha dejado desigualdades desproporcionadas y precariedad en muchos sectores. Seguramente hay que encontrar una nueva definición de lo que quiere decir trabajo incluyendo actividades no remuneradas y desligar de él muchas de las prestaciones de lo que denominamos Seguridad Social. Y habrá que pensar como formamos nuestra gente. Quizá hacen falta formaciones más generales que permitan a la gente adaptarse a los cambios que se producen. Porque cómo trabajamos y en qué trabajamos no es ahora igual que hace cien años y muy probablemente no lo será en los tiempos que vienen. Las nuevas tecnologías tendrían que ser la oportunidad de decidir las reglas que definen cómo distribuimos, remuneramos y ejercemos el trabajo. Es lo mismo que decir sobre qué valores organizamos nuestra sociedad.