MIRADOR

La nueva política vieja

Tras la Gran Recesión, la pobreza es una enfermedad congénita en España. Un síndrome que se transmite de padres a hijos, sin esperanza. La desigualdad es el ADN de la estructura socioeconómica del país

Iñigo Errejón, Pablo Iglesias e Irene Montero

Iñigo Errejón, Pablo Iglesias e Irene Montero / EFE / CHEMA MOYA

LUIS MAURI

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Hace ocho años de la eclosión del 15-M y solo cinco desde que el grito indignado de las víctimas de la Gran Recesión se encarnó en Podemos. Después de ese tiempo, ciertamente breve, la política pasa cuentas.

Los taxonomistas que pretendieron que la administración de la cosa pública podía ser clasificada sin más como novedosa o vetusta son llamados a capítulo. La política puede ser progresista o conservadora o reaccionaria, puede responder al interés de la mayoría popular o al de unas élites depredadoras, puede ser honesta o corrupta, autoritaria o democrática... La política puede ser muchas cosas, pero nueva o vieja... Propaganda barata.

Muchos electores de Podemos empezaron a intuirlo después de que Pablo Iglesias impidiera en el 2016 la investidura del socialista Pedro Sánchez. Iglesias alfombró así el camino del conservador Mariano Rajoy hacia su segundo mandato. El presentimiento se fue consolidando con la alianza Podemos-IU, que comportó la pérdida conjunta de un millón de votos y 3,3 puntos porcentuales en seis meses. Menos de tres años después, la intuición originaria ha quedado certificada por el cisma de Íñigo Errejón. Nueva política… vieja.

Occidente inquietante

Algunos comentaristas cantan ya las exequias de la izquierda en el ciclo electoral que comenzó en Andalucía.  Hay datos que dibujan, en España y en Occidente, un cuadro inquietante. Auge de los neofascismos, ira antipolítica de los desposeídos por la crisis, fragilidad de las democracias, deserción británica de la UE, xenofobia, delirio trumpista, maquinación rusa…

En España, la encarnación política del 15-M declina mientras otra indignación da alas a la extrema derecha. Ambas exasperaciones sociales hunden sus raíces en un lugar común, aunque la neofascista se alimenta además de una caudalosa fuente supletoria: el conflicto catalán, monumento a la irresponsabilidad política multilateral. El terreno común es la sangrante estafa sufrida por la clase trabajadora en la última década. Tras la Gran Recesión, la pobreza es una enfermedad congénita en España. Un síndrome que se transmite de padres a hijos, sin esperanza. La desigualdad galopante es el ADN de la estructura socioeconómica del país.

El último informe de Oxfam-Intermon es escalofriante. El grupo de población más pobre creció en España del 25,6% en el año 2000 al 33,4% en el 2014. La clase media-baja se despeñó del 43% al 31,1%. La media-alta ascendió del 23,2% al 24,4%. Y los más ricos se multiplicaron desde el 8,2% hasta el 11,2%. Para echarse a llorar. O al monte.

¿Funeral u oportunidad?

Algunos analistas celebran ya las honras fúnebres de la izquierda. Pero sus conclusiones pueden estar empañadas por la precipitación. Andalucía le ha propinado un revolcón histórico, pero su extrema especificidad (casi 40 años de gobierno socialista, desmovilización de la izquierda…) hacen arriesgadas las extrapolaciones. 

El auge ultra y la derechización del PP de Pablo Casado, que se aleja de la zona central arrastrado por Vox, puede ayudar a la izquierda a despertar y movilizar a su electorado. ¿Oyen el eco del Si tú no vas, ellos vuelven del 2008?