La negociación de los Presupuestos

Rehenes del unilateralismo

Unas cuentas que sepan utilizar la recuperación de la economía para restaurar el bienestar social deberían ser el objetivo prioritario de las fuerzas políticas progresistas

Ilustración María Titos para el domingo 20 de enero

Ilustración María Titos para el domingo 20 de enero / periodico

Antón Costas

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¿Apoyarán los partidos independentistas los Presupuestos del Gobierno de Pedro Sánchez? No lo sé.  No soy adivino. Ni los propios actores saben lo que finalmente harán. Pero si la pregunta fuese: ¿Deberían hacerlo?, mi respuesta es que convendría, después de negociar su contenido. Por tres motivos. Dos están relacionados con el bienestar de los catalanes y el Gobierno de la Generalitat. Y un tercero, con el propio independentismo.

Los Presupuestos deberían restaurar el bienestar social

El bienestar de los ciudadanos, especialmente de los más necesitados, depende de forma determinante de los gastos públicos. La sanidad, la educación, las pensiones, las prestaciones de desempleo, los servicios sociales, las ayudas a la dependencia, todas esas partidas influyen en las condiciones de vida y en las oportunidades de las personas. En el bienestar social. Después de una crisis económica que ha provocado que muchos cientos de miles de personas hayan quedado en la cuneta del desempleo y la pobreza de ingresos, y de que las políticas de austeridad hayan deteriorado esos servicios públicos, unos nuevos presupuestos que sepan utilizar la recuperación de la economía para restaurar el bienestar social deberían ser un objetivo prioritario de las fuerzas políticas progresistas. Condicionar el apoyo a los presupuestos a la estrategia unilateralista es convertir el bienestar de los catalanes en rehén del unilateralismo. Esta es una estrategia éticamente cuestionable. Y, a mi juicio, de resultados políticos inciertos para sus defensores.

El segundo rehén del unilateralismo es el Gobierno de la Generalitat. Y, más allá, la dignidad de la política catalana. Quim Torra no ha asumido el rol de presidente, con las restricciones de conducta que esto impone. Por eso actúa como un verso suelto de la política. No se comporta como responsable de una institución que representa los intereses generales de la sociedad. De ahí que, entre otros efectos, en el mundo empresarial esté surgiendo un recelo a invitarle, posiblemente debido a que no ha asumido su nuevo rol.

Peligrosa fractura cívica interna

Por cierto, acabo de leer un libro que me ha resultado muy inspirador: 'Administrar Assenyadament. Regla de Sant Bonet i saviesa bíblica. Un diàleg a tres veus'. Es una conversación entre el prior de la Abadía de Montserrat, padre Ignasi M. Fossas, el monje de la misma comunidad, Manel Gasch, y la experta en gestión empresarial Cristina Bombelli. Todo el libro es muy interesante, pero el capítulo dedicado al tema de “El rol y la persona” es muy sugestivo para ver cómo la regla benedictina puede iluminar cuestiones tan actuales como esta. Los independentistas viven en una situación de esquizofrenia. El tener a dos personas distintas para un mismo rol (un presidente de la Generalitat y un presidente “legítimo”) me temo que no es bueno para su salud. En todo caso, convierte la labor de gobierno en rehén de esa esquizofrenia. El resultado es la pérdida de la dignidad de la política de la Generalitat. 

El tercer rehén del unilateralismo son los propios independentistas de buena fe. Aunque sobre esta cuestión son los interesados los que están en mejores condiciones para valorarlo. Pero mi percepción es que muchas personas que son independentistas “de toda la vida” están incómodas con la unilateralidad, cuando no son contrarias. Algunos, como ERC y Omnium, han renunciado a ella. Y esa tensión se nota también en el PDECat. Y hasta en Junts per Catalunya. Tienen que redefinir su estrategia.

El unilateralismo actuó de forma oportunista, ilegal e ilegítima en la aprobación de las leyes de “desconexión” de septiembre y en la declaración de independencia de octubre. No respetó ni las reglas del propio Estatut por el que fueron elegidos, que exige una mayoría de dos tercios para aprobar decisiones de ese tipo. Eso provocó una polarización política extrema y una peligrosa fractura cívica interna.

Aunque pienso que la situación de prisión preventiva es injusta, hay que recordar que lo que se juzga en los tribunales es el unilateralismo, no el independentismo. La independencia como aspiración política es legítima y legal, como ha señalado en Tribunal Constitucional. Como, por cierto, lo es su opuesto, los que defienden la recentralización. Pero si respetan las reglas de juego, unos y otros tienen su lugar en la democracia. La renuncia la unilateralidad acabará con la situación de rehenes en la que hoy están el bienestar de los catalanes, la gobernabilidad de la Generalitat y el propio independentismo. Y será la señal que esperan muchas empresas para revertir la decisión de salida de sedes.