Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL
Escritora
Lucía Etxebarria
Escritora
Lucía Etxebarria
El discurso del odio al diferente y el instinto de los primates
Las manadas de simios están compuestas de grupos de unos diez individuos. Máximo de cien. Las batallas, los choques y las escaramuzas son habituales entre las manadas. Normalmente el conflicto entre manadas nace por la voluntad de conseguir la dominancia del grupo o de aterrizar en un territorio impropio, un asalto que lideran los machos de la manada y prosiguen las hembras, igual de beligerantes que los primeros. Normalmente las manadas no se matan entre sí, pero cuando los recursos escasean (por ejemplo, porque haya habido una sequía o una tala de árboles) se ven obligadas a competir por ellos.
Nuestro planeta tiene 4.500 millones de años. Nuestra especie apenas tiene 200.000 años. Ha evolucionado desde el mono en tiempos muy recientes, si lo vemos con perspectiva. Por eso mantenemos tanto en nuestro inconsciente colectivo como en nuestra programación psicobiológica el instinto de manada. Si consideramos que los recursos son escasos, nuestra tendencia natural será la de atacar a cualquiera al que consideremos ajeno a nuestra manada. Nuestra manada puede ser un equipo de fútbol, un partido político, una pandilla adolescente, o una bandera con más rayas que la otra.
Los estrategas y los expertos en comunicación política conocen muy bien este instinto y no dudan en utilizarlo en tiempos de crisis. Azuzar a la masa contra el intruso. En la Alemania de entreguerras fue el judío. Ahora se lleva mucho lo de pensar que los nazis eran unos tipos muy malos que tenían subyugada a toda una población, pero no olvidemos que Hitler salió elegido por votación popular y que Austria se anexionó al Reich por referéndum. Innumerables novelas y documentales nos recuerdan que el pueblo llano adoraba a Hitler y odiaba a los judíos, a los que delataba a la mínima ocasión.
La historia se repite, primero como tragedia, y después como farsa. Estamos en el momento de la tragedia. Se nos incita a odiar al inmigrante pese a que el inmigrante no nos roba ningún trabajo. Las marroquís recogen la fresa en Huelva (foto) porque es un trabajo que nadie más quiere hacer, mucho menos por ese salario o en esas condiciones. Las ecuatorianas limpian culos por idéntica razón.
Las marroquís
recogen fresa en
Huelva porque
nadie más quiere
hacerlo. Las
ecuatorianas
limpian culos por
idéntica razón
La mayoría de los estudios europeos, de hecho, recomiendan mantener un flujo sostenido de inmigración, para garantizar la sostenibilidad del sistema actual de pensiones y de protección social. No solo en España, en toda Europa.
Ahora Trump ha paralizado el Gobierno federal ante la negativa del Capitolio de financiar el muro en la frontera con México con 5.700 millones de dólares, ha vetado la ley de presupuesto. Como resultado, 80.000 funcionarios llevan dos años sin sueldo. Y Wall Street ha registrado los peores resultados en toda una década. Y todo ¿por qué? El flujo migratorio hacia Estados Unidos ha descendido, no ha aumentado.
Pero además ¿qué podría detener un muro? Se puede saltar, con una escalera. No puedes poner al ejército de los Estados Unidos a controlar 3.000 km de muro. No serviría para nada. Mientras que con casi 6.000 millones de dólares puedes reflotar toda la deuda externa de Puerto Rico, o de Ecuador, o alfabetizar a todos los niños sin escolarizar del país de Trump o atajar la mortalidad infantil (la tasa más alta de los países desarrollados). Pero, pese a la total locura de la situación, Donad Trump no la para, porque sabe que el discurso del voto y la exclusión funciona en tiempos de crisis. Porque sabe que somos primates.
En el diario de la competencia leo la historia de Arcange, que huyó de Camerún con un pasaporte falso escapando de un matrimonio concertado con un señor mayor al que ella no conocía. Fue identificada como menor y posible víctima de trata. Está en situación de indefensión, pero quieren echarla del país. A ella y a tantos.
La investigación con primates no-humanos está obligando a modificar a marchas forzadas las nociones sobre nuestra naturaleza como animales violentos. Es cierto que los chimpancés pueden llegar a ser muy agresivos pero también poseen habilidades excepcionales para la evitación y la resolución de los conflictos. Por eso, allí donde hay grupos de personas, animales, o naciones con un objetivo, hay una necesidad de superar el impulso violento y desarrollar estrategias para reparar las relaciones.
A mí me gustaría pensar que somos animales y que, como animales que somos, mantenemos lo mejor de nuestros ancestros. Que podemos tener un mínimo de compasión y empatía hacia nuestros semejantes. Que somos primates, buenos primates.
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