Pequeño observatorio

Mi padre me trajo a Julio Verne a casa

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Josep Maria Espinàs

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Mi interés por la lectura comenzó cuando era adolescente con las novelas de Julio Verne.

Quizá quedaría más 'intelectual' si me refiriera a los grandes clásicos. El hecho es que me sedujeron los libros de aventuras geográficas. Ahora solo recuerdo 'Las aventuras de tres rusos y tres ingleses en el África Austral'. Y me parece curioso que este interés por la geografía se haya mantenido a lo largo de todos mis años. El descubrimiento de un género, a menudo literario, de la aventura científica.

Conociendo mi juvenil afición, y en tiempos pasados y económicamente difíciles, mi padre me daba de vez en cuando una peseta. Quizá eran los días en que se iniciaba la posguerra, y un libro valía esto en un kiosco de la plaza de Lesseps.

Volvía a casa con el libro, bien agarrado, como un tesoro, para que no se me escapara de las manos. Me apasioné por este tipo de libros, libros que contaban historias de ficción y de odiseas humanas. Con aquellos libros aprendí que hay en la literatura dos herramientas: la vida y la ficción.

Aún recuerdo el día en que mi padre llegó a casa con un gran pañuelo de hacer fardos, lo abrió en el suelo y aparecieron un grupo de libros. No sé dónde había comprado ese lote. No eran lecturas para intelectuales, aquel lote era una mezcla, con un diccionario enciclopédico incluido, como si mi padre intuyera que yo sería un día un devoto de las palabras, como si hubiera visto mis indicios de escritor.

Son increíbles los recuerdos: al lado de la bolsa de libros me puso una bolsa de caramelos. Como si la lectura me tuviera que ser siempre dulce. Quién sabe si la aparición inesperada de aquel saco de libros me ha ayudado a ser escritor.

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