Dos miradas

¡Hola, Kondo!

Tengo que decir que no hay camiseta ni abrigo que me hayan proporcionado tanta felicidad como los siete veces setenta libros que ahora tengo en la memoria. Los necesito cerca. Lo siento, amiga mía

La gurú del orden Marie Kondo

La gurú del orden Marie Kondo / periodico

Josep Maria Fonalleras

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En una escala del 0 al 10, en la que el 0 sería Marie Kondo el 0 sería Marie Kondo y el 10 sería aquella habitación de Joan Brossa rellena, forrada, inundada de libros y papeles, yo me situaría en el número 8. Es decir, la japonesa pulcra, si viniera a mi piso, pondría esa cara de satisfacción extrema cuando llega a casa de una familia, comprueba el desorden y exclama: "oh, qué desorden", con un cierto aire de orgasmo. "No puede ser que sea tan feliz", parece decir esta chica tan fina y tan feliz, dispuesta a repartir la felicidad entre los humanos a partir del establecimiento de la orden. Es decir, a partir de la renuncia a todas esas cosas inútiles y superfluas que, eso sí, se deben despedir con ritual oriental por todo lo bueno que te han proporcionado a lo largo de su existencia material. ¡Adiós, camiseta amada! ¡Adiós abrigo que me abrigaste tanto!

El problema, por supuesto, llega cuando se debe tomar una decisión. No en la cocina o en el baño sino con estos famosos 30 libros que son el máximo de literatura que la Kondo admite. Tengo que decir que no hay camiseta ni abrigo que me hayan proporcionado tanta felicidad como los siete veces setenta libros que ahora tengo en la memoria. Los necesito cerca. Lo siento, amiga mía. Como mucho, te concedo lo que decía Auden. Si viajara a una isla desierta, me llevaría un diccionario, "fuente de infinitas lecturas". Pero no vivo en una isla desierta. Este es el tema, Kondo.

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