Pequeño observatorio

Recordando el tranvía de Argentona

Yo ponía la oreja pegada a un poste de electricidad para averiguar si ya vibraba, y si erar así quería decir que el tranvía se acercaba

El Tramvia Blau deja de circular porque ya no es seguro

Imágenes del 28 de enero del 2018, último día del Tramvia Blau. / periodico

Josep Maria Espinàs

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El verano pasado me encontré con un viejo amigo que vive en Argentona. Cuando yo era joven pasaba allí los veranos. Mi padre cogía el tren de Barcelona a Mataró, y en Mataró un tranvía que lo dejaba en la plaza de Ballot, donde mi abuelo tenía una casa.

Yo ponía la oreja pegada a un poste de electricidad para averiguar si ya vibraba, y si era así quería decir que el tranvía se acercaba, con lo que mi padre estaba a punto de llegar. Había dos tranvías, creo recordar, y los niños jugábamos a apostar: será el rojo, o el azul... ¡Qué años de inocencia, de simplicidad!

Entonces estaba de moda colocar tapas metálicas de botellas de cervezas, de naranjadas de diversas marcas y dibujos, sobre uno de los raíles y esperar a que pasara el tranvía. Luego recogíamos las tapas aplastadas que se convertían en medallas o decoraciones. Ahora pienso en tantas ilusiones, tanta inocencia de entonces; alguien quizá diría que eran fruto del crecimiento. Después llegaría el tiempo de las renuncias y el agobio.

Valle-Inclán dijo que el verano era la estación de la felicidad. ¿Se puede concretar por qué? Reconozco que ignoro el origen de la palabra 'verano' y de otra tan bonita como 'estival'. Y lo más chocante, para mí, es el verbo 'veranear'. Una palabra que hace pensar en otras palabras que no son muy distinguidas, como trampear o golpear, pero también otras bonitas, presidida por "festejar".

Hay una expresión popular catalana muy significativa: "A l'estiu, tota cuca viu". Esto puede ser verdad para algunas bichos, pero los humanos no obedecen a las sentencias. La muerte de los jóvenes, tan vitales, tan esperanzados es una aberración de la naturaleza.