Análisis

Para, por, contra

Al proyecto de Sánchez le faltan dos pruebas de realidad: lograr apoyos y, si los consigue, cumplir con grandes inversiones planeadas a partir de unas previsiones optimistas

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José Luis Sastre

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Al llegar al Gobierno, Pedro Sánchez pudo pensar que todo aquello era por él. Resultaba una tentación lógica para alguien que siempre tuvo el camino adverso y llegaba al fin a la Moncloa y a la cumbre de las encuestas, que paseaba su manto frente a los barones que le denostaron mientras recibía los apoyos de los demás. Presidente Sánchez, nada menos. Más que por él, todo aquello era contra otro, que se llamaba Mariano Rajoy y que corrió a refugiarse en la sobremesa larga de un restaurante el día de su censura. Pero Sánchez sintió que, si no era por él, sería al menos para él. 

El presidente decidió administrar ese capital y desafió a aquellos que, desde muy cerca, le aconsejaban que convocara elecciones cuanto antes. Se probó a sí mismo y al impulso que lo llevaba con un proyecto en tres partes: desinflamar Catalunya, exhumar a Franco e intentar unos Presupuestos sociales. Ese era el plan, aliñado con varias giras que reforzaron su imagen presidencial en el mundo y orillaran la evidencia matemática de los 84 escaños. 

Alianza contra la derecha y el 155

La historia de los Presupuestos es la historia del mandato de Sánchez. Hace unas semanas apenas, mientras el presidente se comprometía a presentar las cuentas, el presidente susurraba en privado que no las presentaría. La Moncloa lanzaba señales confusas y sus socios de Podemos daban por muerta la mayoría de la moción de censura. Todo aquello que era para él, de pronto no parecía suyo. Hasta que llegó Pablo Casado con un discurso que ahora llaman desacomplejado y antes se llamaba de derechas. Y surgió Vox. Y renació una alianza contra la derecha y contra el 155 y que, de nuevo, si no era por el presidente sería para que él se sostuviera. 

Así, Sánchez resolvió su propio dilema e impulsó unos Presupuestos que le sirven de presentación electoral: frente a los demás, esto es lo que yo haría. Es más: esto es lo que yo haría si me dejaran los demás. Sin embargo, a su proyecto le faltan aún por superar dos pruebas de realidad.

La primera consistirá en lograr los apoyos suficientes, más allá de las dificultades que exhiben estos días por interés Podemos y el PNV. La complicación será entenderse con quienes niegan en lunes lo que admiten en martes para descartarlo en miércoles. Los Presupuestos han vuelto a airear la polifonía improvisada y anárquica del independentismo que, mientras se dé el juicio al 'procés' en el Tribunal Supremo, se debatirá entre quienes prefieren a Sánchez y quienes quieren que un discurso duro en Madrid acelere el conflicto.

La segunda prueba será de consistencia. Si, por una de aquellas carambolas que en ocasiones le suceden aprobara los números, Sánchez habría de desplegarlos, lo que supondría cumplir con grandes inversiones que han proyectado a partir de unas previsiones optimistas, incluso fundadas en impuestos que todavía no existen. Hay una línea muy fina, en fin, entre el optimismo y lo imposible. Sobre ese alambre camina Sánchez, que llegó y se mantiene por una conjunción contra otros e intenta que le salgan las cuentas por una suma de razones. Empezando por él.