Derechos y libertades

El túnel del tiempo

Han pasado 40 años desde que me detuvieron por unas horas, a raíz del 'caso Boadella', y el túnel del tiempo -a pesar de mejoras evidentes- nos retrotrae algunos aspectos que parecían superados

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Juli Capella

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Corría el lejano año 1978. Pocos meses antes, un tribunal militar había encarcelado a Boadella, del grupo teatral Els Joglars. En seguida surgió un amplio movimiento por la libertad de expresión. Su símbolo gráfico fue una careta teatral con la boca tachada en rojo, diseñada por Fabià Puigserver, del Teatre Lliure. Yo había cumplido 18 años, estaba concienciado, pero hecho un lío, entre la ORT maoísta y Cristianos por el Socialismo de Comín. Frecuentaba a la gente de Pax Christi, y unos cuantos decidimos encadenarnos en la Meridiana, reclamando libertad. Entre los encadenados estaba Àngel Colom que capitaneaba la acción, Gemma Sendra y Antoni Gutiérrez. Enseguida vinieron los grises, y muy amablemente, nos cortaron las cadenas en un plis plas. Ante nuestra resistencia pasiva –tumbarnos en el suelo– nos cogieron uno a uno, y con parsimonia nos fueron metiendo en las lecheras. Nos llevaron al juzgado y viví un terrible escalofrío al sentirme privado de libertad. Allí estuvimos detenidos unas horas que para mí fueron eternas. Declaramos y nos soltaron. Besé al cielo.

Han pasado 40 años y el túnel del tiempo –a pesar de mejoras evidentes– nos retrotrae algunos aspectos que parecían superados. La policía de entonces nos trató dignamente, no sin algún chascarrillo, pero sin porrazos como ahora. Els Joglars se habían metido con los militares, pero hoy, siendo 40 años más democráticos, basta meterse con la religión, la monarquía, o un trozo de tela de colores, para salir escaldado.

De nuevo tenemos a cantantes y humoristas perseguidos. Mientras, las viejas glorias políticas han salido a defender la sacrosanta Constitución de 1978, pero han callado que no se cumple: seguimos sin vivienda digna, ni sanidad para todos, ni plena libertad de expresión. Por tanto, para muchos no ha habido nada que celebrar.

Una semana antes de crearse la Constitución había nacido precisamente este diario, EL PERIÓDICO, comprometido a no callar nunca ante las injusticias. Que así sea, amén.