El futuro de la Unión Europea

¿Cuándo termina el autosecuestro británico?

De la grandeza de los sueños neoimperiales del 'brexit' solo quedan patéticas maniobras para paliar un ridículo -por innecesario- caos

Ilustracion opinion 15 enero

Ilustracion opinion 15 enero / TRINO

Carlos Carnicero Urabayen

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Quién no se ha arrepentido en alguna ocasión de sus decisiones del pasado? El error es humano. Cambiar de opinión puede ser un ejercicio de madurez, sobre todo si, como sucede en la cuestión del 'brexit', las mentiras y las falsas promesas quedan al descubierto y la realidad se hace paso de forma cruel. Los británicos deberían tener la última palabra para salir del tortuoso camino en que ellos mismos se han metido.

Muchos viven con angustia la llegada del 30 de marzo. Si Theresa May o una maniobra parlamentaria insólita no lo impiden, el Reino Unido saldrá de la UE. Parece difícil que sea un proceso amistoso y ordenado porque la primera ministra no tiene votos suficientes en Westminster para aprobar el acuerdo de salida.

La amenaza de una crisis imprevisible

La posibilidad de un divorcio a lo bonzo generaría una imprevisible crisis. Nos hemos acostumbrado a digerir con la normalidad que imponen estos tiempos que un ministro de Sanidad 'tranquilice' a sus conciudadanos en plenas Navidades asegurando que su departamento compra todas las cámaras frigoríficas que están a su alcance para poder hacer acopio de medicamentos. De la grandeza de los sueños neoimperiales del brexit sólo quedan patéticas maniobras para paliar un ridículo – por innecesario – caos.

Los datos recientes de una macroencuesta de YouGov –la más importante de las realizadas desde el referéndum- son reveladores. En el primer escenario de la idea de permanecer en la UE son partidarios el 63% de encuestados frente a la alternativa del divorcio amistoso que representa el acuerdo de May (37%). Dados a elegir entre la permanencia o la salida salvaje, la diferencia es más estrecha, pero clara igualmente: 58% frente a 42%.

El cambio experimentado entre los laboristas es particularmente llamativo. Uno de cada tres de sus votantes apoyó el 'brexit' en el 2016, mientras que ahora el 83% preferiría la permanencia frente a la salida ordenada (17%) y 80% la prefiere frente a la salida sin acuerdo (20%). Preguntados los miembros del partido, los datos son todavía más abrumadores y el 78% de los consultados quiere que su líder, Jeremy Corbyn, apoye la realización de un nuevo referéndum, aunque él no está por la labor, a pesar de que siempre ha sugerido que él sería una suerte de líder asambleario que obedecería siempre a los suyos.

Histórico verso suelto del laborismo y antieuropeo convencido, Corbyn asegura que los británicos ya votaron el 'brexit' y no tienen derecho a cambiar de opinión aunque ahora se palpen sus desastrosas consecuencias, como si los electores de un país tuvieran que soportar eternamente a un Gobierno de corruptos solo por el hecho de haberlo votado la primera vez. Su promesa de llegar al poder para lograr un acuerdo de salida mágico e indoloro es una burda repetición de las mentiras y falsas promesas que metieron a su país en este monumental lío.

La puerta debe permanecer abierta hasta el último día, aunque si deciden seguir en Europa no será para iniciar otra negociación imposible de salida

Es verdad que no todos los británicos están arrepentidos. Algunos siguen envueltos en este perverso sueño, a pesar de que se ha conocido la participación del ideólogo de Trump, Steve Bannon, y la oscura empresa Cambridge Analytica en aquella operación que utilizó inmoralmente los datos privados de los ciudadanos para hacer campaña. Y a pesar de que el Reino Unido global que prometieron se parece cada vez más a una pequeña y provinciana Inglaterra, con Irlanda del Norte y Escocia cada vez más lejos de Londres y cerca del continente europeo. 

La insólita unidad de la UE

La unidad de los europeos en este proceso ha sido insólita. La UE nunca agradecerá lo suficiente a los británicos el haber demostrado al resto que es bastante más conveniente resolver las disputas dentro del club que iniciar un traumático proceso de salida. Si fuera de la UE hace un frío que pela –como dijo Javier Solana– en el túnel que conduce a su salida se pasa directamente por el infierno.

Para quien no conoce la historia de Europa, sería tentador ejercer la revancha sobre los británicos. Ellos se han metido en este lío. Siempre han sido un socio incómodo y su deseo de divorcio ha consumido incontables esfuerzos europeos. Pero no deberíamos olvidar que la consumación del divorcio será la victoria de los Trump y los Putin del mundo que se frontan las manos ante la debilidad de Europa. 

La puerta debe permanecer abierta hasta el último día, aunque los británicos deben saber que si deciden permanecer en Europa no será para iniciar otra negociación imposible de salida. La UE debe ejercer templanza y generosidad. Nuestros amigos británicos necesitan coraje y humildad para evitar el disparate final.