IDEAS

Nada se va

El poeta William Carlos Williams

El poeta William Carlos Williams / periodico

Lucía Lijtmaer

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Te hablo de otra época, una época que parece tan lejana pero que, en realidad, solo lo es porque éramos jóvenes. Quizás es absurdo volver a ella hoy, tú no estabas ahí, pero es difícil hacer otra cosa. Qué otra cosa podemos hacer.

El olor a salmuera, los barcos que partían a primera hora desde el puerto, y sobre todo los libros. En mi primer recuerdo está un regalo: una edición de William Carlos Williams, una carcajada incrédula, un abrazo de oso. "¿Cómo que no vienes a comer conmigo?". Así éramos en esa época, decíamos que no, no sabíamos por qué, de la misma manera que no sabemos por qué ahora vuelve todo, como un ramillete de joyas imposibles, bruñidas en el brillo de la nostalgia.

La verdadera
suerte es quien tiene alguien cerca que le enseña a ser lector

Una amiga me dijo una vez que quien escribe tiene suerte precisamente porque escribe. Pero realmente la verdadera suerte es quien tiene alguien cerca que le enseña a ser lector. Bajo esta bruma de congoja que ahora nos cubre, solo vienen a mi mente las mejores frases que pude leer, y doy las gracias. Es imposible acordarse de todas, así que retomo la lectura de hoy, de ayer mismo, y volver a ella. Quizás sea lo único que sana. Así que subrayo la página 459 del libro de Maggie O'Farrell, que leo hoy, en este instante, con esta tristeza: "La tierra es la encarnación de la memoria, pasado y presente en conjunción: nada se va".

Y pienso que la tierra es, quizás, como las palabras. Quizás también ellas puedan ser minerales, quizás ellas también permanezcan, sólidas, diamantinas. A lo mejor, solo a lo mejor, todo esto se queda y no se va.

Hoy durante un momento me he acordado de todo aquello que tuvimos. El infinito mundo de posibilidades de la juventud y todas sus manifestaciones. La risa feroz, las noches interminables, los vasos de cristal a mediodía, el olor a higuera, las tardes sin hacer nada y sin culpa, solo viviendo. Hoy es imposible hablar de lo que vino después. Solo acordarse y leer. Queda el hueco.

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