el debate identitario

Patriotismo de pacotilla

No es de extrañar que en esta puja patriotera entre PP y Cs acabe sacando tajada el guión original de Vox, como se ha evidenciado en Andalucía

Ilustración de María Titos

Ilustración de María Titos / Periodico

Rafael Jorba

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La crisis socioeconómica acrecienta en Catalunya, en el conjunto de España y en toda Europa la cerrazón identitaria, los miedos y tics atávicos, los populismos de distinto signo, la tentación totalitaria y el auge de la demagogia y de la xenofobia. Esta reflexión no está escrita ahora. Era el primer párrafo de mi libro 'La Mirada del otro. Manifiesto por la alteridad', publicado en el 2011. Desde entonces la actualidad política ha avalado aquellos temores: del 'brexit' a la victoria de Trump, del ascenso de la ultraderecha en Alemania al triunfo del populismo ilustrado de Macron en Francia; también en el debate hispano-español. Este es el caso de la tormenta perfecta, en expresión del 'expresident' Montilla, que ha alimentado el auge electoral del independentismo en Catalunya: la combinación de la mala gestión del Estatut del 2006 y la posterior sentencia del TC, de junio del 2010, con el largo ciclo de crisis económica.

El paso del catalanismo político al soberanismo se inscribe también en el marco de la eclosión de los nacionalpopulismos: un factor local más el vértigo que la crisis despertó en las clases medias. El denominador común de los populismos es que dan respuestas sencillas a problemas complejos, con el concurso de la posverdad y la simplificación de los formatos mediáticos: todo debe ser inmediato, emotivo, simple y espectacular. En el caso de España, el auge del independentismo catalán se ha producido de forma simétrica al del nacionalismo español. El eje identitario ha ido desplazando al programático mientras se producía un gran déficit de política.

La llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa, con su exigua representación parlamentaria como condicionante, se produjo cuando ya se había roto un doble contrato social, en Catalunya y en el conjunto de España. Por una parte, el catalanismo político mayoritario se había quebrado y había dejado de avanzar con los dos pies -la defensa del autogobierno y de otra idea de España- que habían marcado su recorrido. Y, por otra, la derecha tradicional (PP) y el centroderecha emergente (Cs) habían abdicado del contrato social que estaba en la base de la Constitución de 1978 y habían ido desplegando una retórica patriótica que se ha intensificado ahora, así frente al desafío catalán como ante el fenómeno migratorio o el escollo final de Gibraltar sobre el 'brexit'. No es de extrañar que en esta puja patriotera entre PP y Cs acabe sacando tajada el guión original de <strong>Vox</strong>, como se ha evidenciado en Andalucía.

De un lado y de otro, se utiliza la bandera de España y la estelada para embestir al adversario y dopar al partidario

Entre patriotas españoles -y también catalanes- anda el juego. Ahora, cuando se acaba de celebrar el centenario del armisticio de la Gran Guerra, podríamos recuperar el diálogo de 'Senderos de gloria' entre el coronel Dax (Kirk Douglas) y un general francés que le conmina a sacrificar a sus hombres: -“Toda Francia depende de usted”. -“No soy un toro, mi general; no me ponga delante la bandera de Francia para que embista”. -“Quizá esté equivocada la idea de patriotismo, pero donde hay un patriota hay un hombre honrado”. -“No todos opinan así. El doctor Johnson (Samuel Johnson) decía algo muy distinto sobre el patriotismo... Dijo que era el último refugio de los canallas”. Evidentemente, sería un juicio de intenciones decir esto último de algunos de nuestros políticos, pero no así constatar que, de un lado y de otro, se utiliza la bandera de España y la estelada para embestir al adversario y dopar al partidario.

Es la hora de rescatar el concepto de patriotismo que evocó Manuel Azaña en las Cortes Constituyentes (27-5-1932) en el debate del Estatut de Catalunya: “Delante de un problema político, grave o no grave, pueden ofrecerse dos o más soluciones, y el patriotismo podrá impulsar, y acuciar, y poner en tensión nuestra capacidad para saber cuál es la solución más acertada; pero una lo será; las demás, no; y aun puede ocurrir que todas sean erróneas. Quiere esto decir, señores diputados, que nadie tiene el derecho de monopolizar el patriotismo, y que nadie tiene el derecho, en una polémica, de decir que su solución es la mejor porque es la más patriótica; se necesita que, además de patriótica, sea acertada”.

Sí, en Catalunya y en el conjunto de España, habría que enterrar el patriotismo de pacotilla y recuperar aquel patriotismo entendido, en palabras de Azaña, como “una disposición del ánimo que nos impulsa, como quien cumple un deber, a sacrificarnos en aras del bien común”. Todos los actores políticos deben decidir si siguen alimentando la dialéctica patriotera o vuelven a la senda de la responsabilidad y de la razón política. Si no es así 'tomaremos daño', que decimos en catalán.