Opinión | Editorial

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Tambores de recesión

La batalla comercial de EEUU con China, los populismos en Europa y la deuda son peligros que acechan a la economía

Corredores de bolsa en Nueva York.

Corredores de bolsa en Nueva York. / periodico

Hace poco más de una década empezó la gran recesión mundial que se inició con las hipotecas basura y siguió con el contagio internacional del pánico financiero tras la caída del banco de inversión Lehman Brothers. Los últimos 10 años han sido un periodo aciago en el que millones de ciudadanos han perdido el empleo, la austeridad se ha cebado en las perspectivas de vida de las familias y en el que la desigualdad en el mundo ha aumentado haciendo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres.

La recuperación de esta larga crisis ha sido lenta, desigual y muy favorecida por la actuación de los bancos centrales europeos que han bombeado dinero sin parar a los mercados sustituyendo con sus políticas la falta de reformas de los gobiernos. El largo periodo de estímulos ha favorecido que el mundo entrara en el 2018 con un inusual crecimiento sincronizado de las grandes potencias. Sin embargo, partir de la primavera, se produjo una brusca corrección de los mercados. Ahora los temores a una nueva recesión vuelven a estar fundamentados, como alertan las instituciones de análisis como el FMI o la OCDE. Siguen pronosticando crecimiento pero advierten de que se avecinan tormentas. Los síntomas vienen de la debilidad de Europa y China, así como de Estados Unidos. Y los inversores saben que cuando la economía americana estornuda, el mundo se resfría.

Los analistas coinciden en que al recalentamiento de la economía se suman los riesgos políticos. La batalla comercial de Trump con China, el auge de los populismos en Europa y la fuerte deuda global que todavía arrastran los países tras una década de crisis son los principales peligros que acechan a la economía. La situación ha llevado a la Reserva Federal a reducir las subidas de tipos que prevé aprobar este año, un síntoma de que las cosas no marchan bien.

La respuesta de la sociedad a una década de crisis y de incremento de la desigualdad ha sido canalizar el descontento en forma de opciones populistas o, directamente, del voto a partidos de ultraderecha. Una situación que podría empeorar si el mundo entra en una nueva recesión cuando todavía no se han recuperado los niveles de empleo y bienestar anteriores a la crisis. La responsabilidad de los políticos por no echar más leña al descontento es muy alta.