La rueda

Regalos de Reyes

Por una vez, Sus Majestades se han adelantado a mis deseos

zentauroepp41484606 cabalgata180105193211

zentauroepp41484606 cabalgata180105193211 / periodico

JOSEP MARIA POU

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Pues no, no he escrito todavía mi carta a los Reyes, ni me hace falta hacerlo ya a estas alturas, porque, por una vez,  han sido ellos los que se han adelantado a mis deseos.

Digamos que, en lo que puede parecer un descarado tráfico de influencias, pero que, en todo caso, no responde más que a un toma y daca de favores a cuenta de ciertos negocios que ellos y yo nos trajimos entre manos el año pasado, Sus Majestades han tenido a bien beneficiarme con tres regalos, a uno por rey, antes de tiempo.

El IVA de la cultura

El primero, deduzco que a cuenta de Melchor, mi mejor valedor, ha sido ese real decreto ley aprobado en el último Consejo de Ministros del 2018, por el que se reconocen algunas reivindicaciones laborales y sociales de los artistas y se mejora su fiscalidad rebajando del 21% al 10% el IVA aplicable a los servicios prestados, todo a cuenta del futuro y codiciado Estatuto del Artista. Buen regalo.

El segundo viene envuelto en cifras. Matar un ruiseñor la genial novela de Harper Lee, ahora en versión teatral de Aaron Sorkin, ha roto el techo de recaudación de un teatro en los últimos 118 años de historia de Broadway, en lo que se ciñe al teatro dramático o de texto, superando el millón y medio largo de dólares a la semana y mirando de tú a tú, por primera vez, a los grandes y prepotentes musicales. Buen augurio, buen regalo.

Y el tercero y último me lo han dejado en la estrecha acera de la puerta de casa: ya no me cruzaré con más bicicletas a toda velocidad al entrar y salir de mi portal. ¿De verdad? De verdad, eso dice el Ayuntamiento. Se acabó la moratoria que lo permitía. Y empieza, digo yo, desconfiado, la moratoria de la moratoria, porque esta misma mañana he asistido en plena calle a una violenta discusión entre un ciclista desconsiderado y dos peatones indignados, por tratar de imponer, cada uno, sus respectivos derechos.

Este es, me digo entre dientes, el regalo del carbón, el del mal llevar, premio y castigo a la vez, impreciso.  Y empiezo a pensar en devolverlo. Para que lo mejoren.