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No bajemos la guardia

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Desirée de Fez

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Las películas realmente buenas acaban trascendiendo. ¿O no? Superada (hace mucho tiempo) la ansiedad de la juventud, al menos de la mía, siempre había tenido claro que no tenía por qué preocuparme si no podía ver todas las películas, si no podía ir a todos los festivales, si no podía disfrutar de todo lo que se proyectara en mi ciudad en un circuito alternativo. De algún modo, igual por mi fascinación por el cine de culto y los mecanismos de recuperación de películas atípicas o incomprendidas, estaba convencida de que acabaría viendo (más o menos) todo lo realmente significativo que, fuera por lo que fuera, se me escapara.

Igual no hay que dar por hecho que las buenas películas vendrán a nosotros a la velocidad del rayo

Los últimos años, con el estallido de las plataformas de VOD, estaba segura de que sería así: "Bueno, no pasa nada. No es como antes. La recuperaré en Netflix, en HBO, en Filmin…". Y, de repente, cuando menos lo esperaba, las dudas, el vértigo. ¿Seguro que va así? ¿O todo esto tiene un lado bueno y otro malo? Sinceramente, creo que tiene un lado buenísimo: debates a un lado (sobre purismo, pantallas, nostalgia), todo lo que facilite el acceso a las películas es bueno. Pero, al mismo tiempo, quizá todo esto tiene un lado menos bueno. O, mejor dicho, más exigente de lo que pensábamos.

Igual no hay que dar por hecho que, a día de hoy, las buenas películas vendrán a nosotros a la velocidad del rayo. Igual no hay que bajar la guardia, por varias razones. Una, porque aún hay (muchas) películas sublimes que nadie (o pocos) ha podido reivindicar antes de que se pierdan en la inmensidad de un catálogo en línea. Otra, porque sigue habiendo filmes soberbios que se quedan en el camino, que igual se proyectan en un festival pero ni llegan a editarse (o se editan sin ruido) ni es posible recuperarlos (al menos a corto plazo) en plataformas. Y, una tercera, porque quedan directores que reman contra el viento o, simplemente, hacen lo que quieren aunque esté reñido con los tiempos. Los Zumzeig (Barcelona) y Cineteca (Madrid) pasaron en noviembre 'La flor' (2018) de Mariano Llinás, película de más de trece horas (programada en tres partes) de la que cuentan maravillas. No fui. ¿Podré verla pronto? Debería haber ido.