Dos miradas

El rastrillo de Oz

Amos Oz era un antídoto contra el fanatismo. Hurgaba en las contradicciones, pero nunca con la navaja del odio. Lo suyo era más bien el rastrillo

Fallece a los 79 años el escritor y pacifista Amos Oz, en Jerusalén

El escritor y pacifista Amos Oz, en una entrevista para EL PERIÓDICO. / periodico

Emma Riverola

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Murió Amos Oz, el escritor de la memoria judía, el novelista capaz de convertir la prosa en un mazazo o en una caricia poética, la mirada crítica y comprometida de Israel. El hombre que se atrevió a colocar todas sus luces y sus sombras frente al espejo. El intelectual que diseccionó el mundo que le rodeaba. Todo lo escrutaba con su inteligencia preclara y todo lo cuestionaba. Traidor lo llamaban los ultranacionalistas. Su última novela, 'Judas' (Siruela, 2015), escarba en la figura del traidor por antonomasia y se convierte en una declaración de principios. Oz era un antídoto contra el fanatismo. Hurgaba en las contradicciones, pero nunca con la navaja del odio. Lo suyo era más bien el rastrillo. Preguntarse qué había más allá de lo establecido, de lo prescrito. Remover la superficie, liberar lo que permanecía oculto y analizar el material del que estaba hecho. Su curiosidad era infinita. Tanto como la coherencia lúcida que se imponía.

Murió Oz unos días antes de acabar el año, de manera que empezamos el 2019 un poco más huérfanos. Nos quedamos sin su mirada, sin su capacidad de meterse en los ojos de otros. Mala cosa para tiempos de intemperie, cuando crece la tentación de refugiarse en torreones. Esas atalayas apuntaladas en la simpleza, erigidas por las promesas y selladas por el egoísmo. Banderas o religiones, líderes o profetas, tanto da. Si no pasan la prueba del rastrillo, solo son vendas sobre los ojos.