Ventana de socorro

La hija del comunista

Porque sí, yo también soy hija de un comunista y no pensé que a estas alturas del partido tendría que hacer una defensa de sus ideas, pero a esto hemos llegado

Teodoro García Egea

Teodoro García Egea / EFE / JOSE MANUEL VIDAL

Ángeles González-Sinde

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es el título de una novela de Aroa Moreno ganadora del Premio Ojo Crítico en el 2017 que me entusiasma y, aunque no tiene que ver estrictamente con lo que me pasa por la cabeza estos días, sí viene al caso. 'La hija del comunista' (Ed. Caballo de Troya) cuenta la historia de Katia, hija de unos exiliados españoles que se refugian en la Alemania Oriental en los años cincuenta, sesenta y setenta. Aparentemente, para algunos este término 'comunista' sigue teniendo las mismas resonancias magnéticas que en aquellos años de división Este-Oeste y el muro de Berlín. Es, por ejemplo, el caso del secretario del PP Teodoro García Egea que, aunque nacido en 1985, bien entrada la democracia, sigue utilizando el término 'comunistas', según le escuché la semana pasada en la cadena SER,  como si aún estuviésemos en la época del telón de acero que describe la estupenda novela de Aroa Moreno.

En estos tiempos en que la ultraderecha se ve legitimada por los votos, por lo visto renace también su viejo antagonista, el comunismo. Los políticos no dan puntada sin hilo, pues la política es ante todo comunicación y dominio de la palabra, y si han desempolvado ese concepto para referirse a los representantes de partidos de izquierda, es que consideran que pervive en algunos rincones de nuestro imaginario colectivo. ¿Y qué es lo que pervive del comunismo según ellos? Deduzco que un halo de amenaza desestabilizadora y violenta, arbitraria, caótica, hombres descamisados empuñando hoces y mujeres vistiendo mono de mecánico con fusiles. Cuando dicen 'comunismo' está claro que no se refieren a la alfabetización, a escuelas populares, a bibliotecas, a dispensarios de salud para todos y otras conquistas y propuestas de aquellos comunistas españoles de los años treinta. Tampoco al talante conciliador y demócrata de Santiago Carrillo y demás militantes del PCE durante la Transición. Ni a la lucha clandestina antifranquista que tantos pagaron con la cárcel, entre otros, mi padre.

Porque sí, yo también soy hija de un comunista y no pensé que a estas alturas del partido tendría que hacer una defensa de sus ideas, pero a esto hemos llegado.