NÓMADAS Y VIAJANTES

Piedra ruandesa en el zapato de Francia

París ha sido en África lo mismo que EEUU en América Latina, una potencia tóxica que ha puesto y derribado líderes según le convenía

Un soldado del Frente Patriótico de Ruanda hace guardia en el lugar del accidente aéreo en el que falleció el presidente ruandés, Juvenal Habyarimana, en la localidad de Kigali, en 1994.

Un soldado del Frente Patriótico de Ruanda hace guardia en el lugar del accidente aéreo en el que falleció el presidente ruandés, Juvenal Habyarimana, en la localidad de Kigali, en 1994. / periodico

Ramón Lobo

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Por entendernos: Francia ha sido en África lo mismo que EEUU en América Latina, una potencia tóxica que ha puesto y derribado líderes según convenía a sus intereses. No importa con qué gobierno ni en qué circunstancia. El de François Mitterrand (1981-1999) tiene en su debe el genocidio de Ruanda que causó la muerte de más de 800.000 personas, la mayoría tutsis, en la primavera de 1994.

Si no tenemos en cuenta el contexto ni los precedentes, podríamos comprar la tesis de que el genocidio comenzó en la tarde del 6 de abril de 1994, con el derribo del avión del entonces presidente ruandés, Juvénal Habyarimana, pocos minutos antes de su aterrizaje en la capital ruandesa. Regresaba de firmar la paz en Arusha (Tanzania) con la guerrilla tutsi Frente Patriótico Ruandés (FPR), que ocupaba el norte del país. Fue un pacto para poner fin a la guerra civil y compartir el poder.

Perdieron la vida todos los ocupantes, entre ellos el presidente de Burundi, Cyprien Ntaryamira. El doble magnicidio de dos líderes hutus desató la caza del tutsi, primero en Kigali; después por toda Ruanda. En las primeras horas fueron asesinados 11 cascos azules belgas que protegían a la primera ministra, una hutu moderada, que también perdió la vida. El peso de la matanza la llevó a cabo la guardia presidencial de Habyarimana.

Casa por casa

Francia acusó a las tropas del FPR de haber disparado los dos misiles tierra-aire que derribaron el aparato. París intentaba vender que el genocidio fue un acto de rabia súbita que se fue de las manos. Era una cortina de humo para esconder su estrecha relación con el gobierno y el Ejército hutu, al que vendía armas y daba protección. En el 2006, el juez Jean-Louis Bruguière acusó formalmente al FPR de haber dado la orden del derribo del avión y emitió órdenes de detención contra personas cercanas al líder de la antigua guerrilla, el hoy presidente del país, Paul Kagame.

Doce años después, la justicia francesa acaba de cerrar el caso por falta de pruebas. Los abogados de Agathe Habyarimana, viuda del presidente ruandés asesinado, han anunciado el recurso. Resulta irónico porque ella y el Poder Hutu al que pertenecía fueron los responsables intelectuales y materiales de una matanza que estaba preparada al detalle. Sus milicias, los interhamwe, que significa los que matan juntos, disponían de listas de los tutsis a eliminar. Los buscaron pueblo por pueblo, casa por casa. Desde la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas, en manos de esos radicales hutu, se emitían órdenes para aplastar a las cucarachas, que así llaman a los tutsis. La muerte de Habyarimana fue la excusa.

Además de la célebre película Hotel Ruanda, les recomiendo dos libros: Una temporada de machetes (Anagrama), de Jean Hatzfeld y Queremos informarle de que mañana seremos asesinados (Debate), de Philip Gourevich.

Guerra, hambre y enfermedades

La vinculación de Francia con los radicales hutus se hizo evidente en la llamada operación Turquesa. No fue humanitaria, como se dijo, sino una estrategia política para sacar de Ruanda a sus aliados, después de que el FPR decidiera tomar el poder y poner fin a la matanza.

El Poder Hutu ordenó la evacuación de todos los hutus a la vecina Zaire. Aquellos que se negaron fueron considerados protutsis y asesinados. Se levantaron enormes campos de refugiados cerca de la frontera. Los mismos países que enviaban ayuda humanitaria, vendían armas al Poder Hutu, que controlaba los campos y traficaba con los alimentos. Desde ellos lanzaban operaciones militares dentro de Ruanda. Lo denunció la ONU, todos miraron hacia otro lado.

A finales de 1996, Kagame, ayudado por Uganda, organizó una rebelión de tutsis zaireños contra esos campos. Sus tropas persiguieron a los interhamwe sin distinguir entre asesinos y civiles hutus asustados. Hay autores que hablan de un doble genocidio. La actitud francesa en Ruanda les llevó a perder Zaire, con el derrocamiento de Mobutu en mayo de 1997. Francia nunca pidió perdón. En el 2010, el presidente Sarkozy admitió graves errores. Fue lo más cerca que han estado de admitir su responsabilidad.

El Este de Zaire, rico en trigo y minerales, y el célebre coltan de nuestros teléfonos móviles, fue zona de saqueo. La pugna por las riquezas acabó enfrentando a Kagame con su antiguo mentor, el presidente de Uganda, Ioweri Museveni. Desde entonces, esa región de la hoy llamada Republica Democrática de Congo, nunca ha alcanzado la paz. Si contamos el genocidio tutsi, desde 1994 han muerto en la región de los Grandes Lagos más de cinco millones de personas por acción de la guerra, el hambre o las enfermedades. Son ya tres genocidios y no somos inocentes en ninguno de ellos.