Opinión | BALANCE DEL AÑO 2018

Emma Riverola

Escritora

Emma Riverola

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El mercado de los sueños rotos

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Quizá los lavamos demasiado. O con agua demasiado caliente. O la realidad es tan apabullante, tan asfixiante, que andan faltos de oxígeno. Quizá nosotros mismos, al ir relegándolos al altillo del armario, fuimos achicándolos, comprimiéndolos entre urgencias y rutinas.

El sueño europeo, ese que llegamos a imaginar tan grande que podía contener todas las esperanzas de la humanidad, se nos va quedando pequeño. Un golpe por aquí, una patada por allá, una frontera un poco más allá. La ultraderecha va ganando terreno, y los derechos andan en retirada. Este año se formó en Italia un gobierno con La Liga y el Movimiento 5 Estrellas, y así llego a ministro de Interior el inefable Matteo Salvini. Ese hombre manchado de xenofobia, pero que tanto sonríe en las redes.

Salvini habla a quienes nadie habla. Los que han perdido o temen perder lo que creían suyo, desde los derechos a la identidad. Esos que buscan refugio porque el sueño se les ha quedado tan pequeño que ya no les da cobijo. Un techo sólido, inclemente, como el que propone la extrema derecha ya instalada en Hungría, que avanza en Suecia, Francia, Polonia, Austria… arrasa en el mercado de los sueños rotos.

Llegó la extrema derecha también a Brasil. Y Bolsonaro se sumó al club de los hombres duros.  Con Salvini, Putin, Trump, Orban... Caricaturas de macho que ofrecen brazos protectores a unos y armados a otros. Una patada a la esperanza de los migrantes. Otra, al feminismo. 

Caravana de migrantes

En julio nos acongojamos con la cruel separación de las familias en las fronteras de Trump. En otoño contemplamos la desesperada caravana de migrantes centroamericanos. A las fronteras europeas siguen llegando los que se juegan la vida por un pedazo de sueño. Llegan y llegan… (los que consiguen llegar) … y no dejarán de hacerlo. Con su pedacito de sueño entre las manos. Huyen de la violencia, de la miseria extrema, de esas tierras que secamos con nuestra avaricia. Porque, al fin, lavamos el sueño a demasiada temperatura.

El cambio climático ha conformado un mundo de migrantes. Revertirlo no es fácil. Macron trató de combatirlo con el impuesto de carburantes y provocó que los olvidados, las diferentes víctimas de la globalización, se enfundaran en chalecos amarillos y dijeran «basta». ¿Cuántos de ellos votarán a Marine Le Pen en las próximas elecciones?

Mientras la
izquierda sigue
en crisis global,
se dibuja el 
escenario de
la gran batalla: 
ultraderecha
frente a
feminismo

También el clamor feminista dijo «basta». El primer 8 de marzo después del estallido del #MeToo convocó un paro internacional de mujeres. Una marea feminista sin precedentes. Tenemos la conciencia de nuestra fuerza, pero también del camino ingente que queda por recorrer. Nueve años para 'la Manada'. No hay violación, dijeron los jueces. Feminazis, escupen los ultras. Mientras la izquierda sigue en crisis global, se dibuja el escenario de la gran batalla: ultraderecha frente al feminismo.

De nuevo, como siempre, un puñado de hombres tratando de alcanzar y consolidar su poder sometiendo el cuerpo de las mujeres y de todos aquellos que se alejan de su idea castradora de género y sexualidad. Ellos ofrecen autoritarismo, machismo y confunden derechos con privilegios. Mientras, el feminismo teje alianzas con múltiples luchas colectivas; la libertad y la igualdad en el horizonte.

Mariano Rajoy cayó por la GürtelSubió Pedro Sánchez apoyado con los votos de Podemos y nacionalistas, un conglomerado de debilidades unidas ante un enemigo común. Vox se vistió de largo en Andalucía y las derechas tradicionales le otorgan legitimidad: ya tenemos nuestro macho alfa, nuestro Salvini patrio. El sueño independentista se ha doblado en varios pliegues y ha mutado de piel. Su tacto es un poco más áspero, como las decepciones. Costó seis meses llegar a un acuerdo para investir un presidente y librarnos del 155 (espada de Damocles que empuña la derecha para hacerse fuerte). Quim Torra fue designado por la gracia de Puigdemont y para desgracia de la sensatez. Nueve personas están en prisión. En sus cuerpos, la represión de una justicia justiciera. Con ellos, el sueño de la normalidad también está secuestrado.