Opinión | Editorial

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Suma de errores en el caso de la perra Sota

La respuesta del Ayuntamiento no ha sido la más adecuada porque el tema requería serenidad, prudencia y coherencia

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Las imágenes de Sota agonizando en la acera mientras varios guardias urbanos detienen al chico que la acompaña, un joven estonio sintecho, se antojan desproporcionadas. Una respuesta de este tipo solo es admisible si el riesgo para el agente es evidente. Es comprensible que la actuación haya despertado el enojo de muchos ciudadanos, especialmente alimentado por unas redes sociales que han propagado todo tipo de rumores. Pero es inaceptable que la protesta haya derivado en insultos y amenazas a los agentes que participaron en los hechos.

La respuesta del Ayuntamiento tampoco ha sido la más adecuada. El tema requería serenidad, prudencia y coherencia. Pero el discurso ha ido oscilando según las presiones de los animalistas, despertando la incomodidad de la Guardia Urbana que no se ha sentido suficientemente respaldada. Las últimas informaciones sobre anteriores altercados con el dueño y la perra aún generan más sombras, ya que después de la denuncia de un hombre que fue mordido por la perra este verano no se aplicó el protocolo de animal potencialmente peligroso.

En cualquier caso, se está llevando a cabo una investigación de los hechos, revisando cámaras del entorno que puedan arrojar más luz. Este es el único camino posible: investigar, elaborar conclusiones y trasmitirlas a la ciudadanía. Para una mayor efectividad, sería deseable que se diera luz verde a la demanda de la Guardia Urbana de llevar cámaras para documentar situaciones como estas. Para protección de los ciudadanos, de los agentes y para tranquilidad de todos.