Pequeño observatorio

Algunas veces toca tocar

Tocar es importante porque es la primera conexión física con la realidad, con el mundo

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Josep Maria Espinàs

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Hace pocos días me encontré con un viejo amigo. Intercambiamos cuatro palabras, más bien tópicas, como es habitual en estos casos. No podemos dedicarnos a bombardear a una persona que desapareció ya hace tiempo de nuestro horizonte.

Esta situación conviene que se resuelva cómodamente y la solución es un intercambio de tópicos, bastante vagos para no cometer un grave error. La discreción es socialmente sagrada.

Naturalmente, como hacemos en varias situaciones, conviene acudir a esta gran arma defensiva que es la vaguedad. Y el uso de los tópicos también es muy útil. Y no hay que olvidar un arma decisiva: el halago.

Todo cambia en los ámbitos familiares. Sobre todo si hay niños. Aparece la idea del 'sagrado' que se expresa con el clásico "¡no lo toques!". Claro, ese jarrón de cristal, si cae, puede romperse. Yo pienso que los niños y las niñas nacen con un instinto muy fuerte y muy sabio: el de aprender a tocar.

Tocar es importante, porque es la primera conexión física con la realidad, con el mundo. Me permito inventar una sentencia: "Toco, luego existo". El primer instinto de contactar que tenemos los humanos es, con el paso de los años, una manifestación de poder. No siempre estarán prohibidas. En los puestos de frutas y verduras puede haber un letrero en el que ponga 'no tocar', es cierto, pero este aviso no aparecerá en medio de una pareja que está en un banco allí mismo.

Como decían los antiguos billetes de tren, nosotros somos personales e intransferibles. Los besos también: pueden ser agradables o desagradables. Insistentes o fugaces. El beso es un instrumento que no admite ser sometido a obligaciones. Admite el amor y la bofetada.

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