LA CLAVE
Un idiota sin testículo
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Se ha hecho viral un vídeo en el que un agente de los Mossos de Esquadra responde a un manifestante: "La república no existe, idiota"La república no existe, idiota. Miles de tuiteros anónimos lo han diseminado imagino que por razones muy variadas: por la curiosidad de comprobar que entre policías y manifestantes hay intercambios de palabras, porque les parece que el manifestante hace el ridículo o porque comparten la sentencia del agente policial. También muchos intelectuales y algunos políticos contrarios a la independencia lo han reenviado con comentarios entusiastas, casi, casi como la demostración definitiva del naufragio independentista que tanto anuncian sin hacer nada para que se produzca. Comprendo su cansancio con los días históricos y las batallas épicas del denominado procesismo pero un dirigente político o un intelectual antes de retiutear algo debería pensar un par de minutos. Dudo mucho de que sea recomendable que los policías interactúen con los manifestantes. Y aunque sea una verdad como un templo que la república no existe, lo de idiota es intolerable aunque el que protesta lo haga por una causa o por otra. Principalmente porque el policía está ahí para garantizarle su derecho a manifestarse por lo que le de la gana y no para juzgar la pertinencia de sus demandas. Y por supuesto no está ahí para insultarlo. Sorprende que algunos que se sienten rápidamente señalados por los troles de Twitter sean tampoco sensible a un policía que señala a un ciudadano con la porra en la mano.
En la política de hoy se ha perdido el respeto por los adversarios. Y el motivo no son las redes sociales que son el simple reflejo de la condición humana. Me temo que la causa está en un cierto declive del humanismo y en el premio electoral que recibe la pureza, muy superior al que se otorga a la eficacia o a la honestidad. Otra posible causa es la aceleración del discurso político que ha hecho disminuir exponencialmente el valor de la coherencia. De manera que para algunos el ojo de Ester Quintana no vale lo mismo que el de Roger Espanyol o que el testículo que perdió otro manifestante del viernes.
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