Dos miradas

Los tóxicos

Resulta pasmoso oír a algunos acérrimos defensores de la DUI `fake¿ acusar a Sánchez de caer en el simbolismo por el bautizo del aeropuerto. Al menos, los aviones son reales

captura-10

captura-10 / periodico

Emma Riverola

Emma Riverola

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Se puede acusar a Pedro Sánchez de impreciso respecto a la situación catalana. En el caso de Quim Torra, la veleidad produce mareos. También muta constantemente el movimiento independentista. Ahora me atrinchero en la exigencia. Ahora abro la puerta con displicencia. ¿Tenemos que rasgarnos las vestiduras ante tanta incoherencia? La situación es indigesta para los que pretenden observar el panorama desde la atalaya del orden. Pero, ¿cómo pueden alzarse torres sobre una tierra convulsa? Primero es imprescindible aterrizar del mundo simbólico en el que nos instaló el ‘procés’. Resulta pasmoso oír a algunos acérrimos defensores de la DUI ‘fake’ acusar a Sánchez de caer en el simbolismo por el bautizo del aeropuerto. Al menos, los aviones son reales.

“¡La república no existe, idiota!”, replicó indignado un mosso. El principal valor del 21-D ha sido su pedagógico baño de realidad. Ser consciente de los límites de cada uno. También del peligro de ignorarlos. ¿Cuántos padres miraron a sus hijos adolescentes preguntándose si se sentirían tentados de embozar su rostro? La inmensa mayoría que ha estrenado una camiseta cada Diada abomina de la posibilidad de una deriva ‘kale borroka’. Los voceros tóxicos de la crispación han fracasado. Tanto los que deseaban otro 1-O que volviera a unir, activar y ampliar el independentismo, como los que deseaban un terremoto para fulminarnos con el 155. Algo es algo. Y no es poco.