ANÁLISIS

Más jueves y menos viernes

El soberanismo mayoritario ha dejado claro que no está dispuesto a convertir Catalunya en un socarral

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JOSEP MARTÍ BLANCH

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Lo más importante del viernes pasó el jueves con Quim Torra y Pedro Sánchez haciendo el boca a boca a la política. Nada del otro mundo. O sí, porque tal y como están las cosas un comunicado conjunto en el que se explícita la existencia de un conflicto político en Catalunya y la necesidad de resolverlo sin salir del marco de la seguridad jurídica es más de lo que podía esperarse.

Ambos presidentes pusieron de su parte a sabiendas que el hooliganismo de ambas hinchadas les adjudicaría la etiqueta de traidores. Y así fue. Tardaron dos nanosegundos el PP y Ciutadans, acompañados del ejército mesetario de trumperiodistas, en convertir Pedralbes en el capítulo más vergonzante y humillante de la historia de España. Y tardaron lo mismo la CUPy los herederos del Tenim Pressa o Ara o Mai en hacer lo propio desde las trincheras soberanistas.

Derrota de la antipolítica

El viernes se derrotó, al menos por un día y en ambos campos, a la antipolítica. Lo único a celebrar es que no hay casi nada que lamentar. El resultado genera un pequeña ganancia a los contendientes que les permite una mínima inversión en tiempo, el capital más importante en política, junto a la credibilidad.

El soberanismo mayoritario ha dejado claro que no está dispuesto a convertir Catalunya en un socarral. El independentista de a pie no hace cola por sacrificarse en el altar al que ha sido convocado abiertamente y sin rubor en reiteradas ocasiones, ya sea por Quim Torra (no tenemos miedo y estamos dispuestos a todo), Antoni Comín (alto precio a pagar) o por cualquier otro de sus próceres. Esto es así. Otra cosa es el ruido que puedan seguir generando los partidarios del salga el sol por Antequera y póngase por donde quiera.

El unionismo, a su vez, demuestra también que más allá de su objetivo, la integridad territorial del Estado. no tiene por qué coincidir en las tácticas. La estrategia del aniquilamiento del adversario del PP y C’S, partidarios del golpe de Estado para suspender la democracia en Catalunya, se enfrenta a la de Pedro Sánchez y Podemos (la formación morada desde hace ya mucho tiempo) que están dispuestos a legitimar sin complacer, por considerarlas democráticas (y porque gobiernan España gracias a ellos), las aspiraciones políticas del independentismo.

Este partido lo han perdido los que, con el manual de la antipolítica siempre bajo el brazo, querían ver en el 21-D el primer o el último día de algo. El principio de la revolución o el inicio de un nuevo 155. Han perdido los que creen que el soberanismo ha de defenderse en las barricadas. Han perdido los convencidos que sólo es posible defender España a bastonazos.

¿Suficiente para vislumbrar una solución? Ni mucho menos. Estamos ante un conflicto de larguísimo recorrido para el que no hay atajos ni vuelta a situaciones anteriores porque nadie va a desarmarse de razones. Hay, además, muchas piedras en el camino; la más voluminosa, puesta en medio del camino, el inminente juicio a los líderes soberanistas encarcelados.

Imprescindible política

No caben milagros ni esperen soluciones de hoy para mañana. La mayor aspiración sigue siendo que, poco a poco, se abran espacios para dejar paso a la lenta, exasperante, decepcionante y, aún así, imprescindible política. Lo que nos dijo el viernes es que necesitamos más jueves.