LA CLAVE

Diálogo

El diálogo entre el Gobierno español y la Generalitat genera mucha crispación cuando debería formar parte de la normalidad, la misma con la que los empresarios que movieron su sede tras el 1-O se sentaron este jueves frente a Torra en la cena de Foment

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Olga Grau

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La cena de Foment que reunió a Pedro Sánchez y a Quim Torra el pasado 20-D bajo el auspicio de Josep Sánchez Llibre puede que sea el primer evento económico y político esperanzador en meses realizado en Barcelona. No solo por juntar en un mismo acto al 60% del PIB catalán con los responsables políticos y económicos del Gobierno español y de la administración catalana, sino por el ambiente general que se respiró favorable al diálogo. Una atmósfera diametralmente opuesta a la que preconizan PP y Ciudadanos, esforzados en asimilar el concepto diálogo al de rendición o sumisión.

Los antecedentes de Torra con el mundo económico no son fluidos, ni antes del 1-O ni después de la fuga masiva de empresas. Solo hace falta remontarse al plantón que le dieron él y su equipo a Josep Creuheras en los premios Planeta el pasado 15 de octubre, uno de los eventos más destacados que se celebran en la capital catalana organizados por un grupo que factura más de 3.000 millones de euros. En esa ocasión, el acto no contó con ningún representante institucional del Govern ni más presencia del Gobierno español que la de un discreto ministro de Cultura. Ambas administraciones se evitaban en plena inflamación política.

El consejo de ministros de Sánchez en Barcelona ha servido para visualizar algunas cosas. La primera es que la clase empresarial existe, es potente, y quiere diálogo a pesar de los políticos, algo que es relevante a las puertas de un año en el que la economía se va a desacelerar por factores externos, pero también por la falta de estabilidad política. La segunda es que tanto Sánchez como los independentistas quieren agotar la legislatura, a ninguno le interesa ahora mismo ir a elecciones. La tercera conclusión es que el diálogo genera mucha crispación cuando debería formar parte de la normalidad. La misma normalidad con la que el presidente de la CEOE José Antonio Garamendi y los empresarios catalanes que decidieron mover la sede de sus empresas hace un año se sentaron este jueves cara a cara con Torra en la cena de Foment. Es la única manera.