Símbolos y realidades

El independentismo debe decidir si tiende puentes con Sánchez o precipita su caída para abrir la puerta a un Gobierno del PP y Cs con participación de Vox

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Enric Marín

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En situaciones normales, la gestión de los símbolos ya es compleja y lábil. Pero en situaciones de conflicto político puede tener efectos incontrolables. La operación de celebrar un Consejo de Ministros en Barcelona fue inicialmente concebida como un gesto simbólico de proximidad. Pero la fecha escogida no era la más adecuada, por decirlo suavemente. Y, con posterioridad, la acumulación de situaciones políticas controvertidas ha alterado completamente el marco interpretativo del aterrizaje del Gobierno español en Barcelona. Situaciones políticas como la huelga de hambre de cuatro presos políticos catalanes, o la desafortunada referencia del presidente Torra a Eslovenia. Pero, sobre todo, la realidad disruptiva de los resultados electorales en Andalucía con la aparición en la escena parlamentaria del neofascismo español representado por Vox.

Afortunadamente, los presos políticos catalanes han abandonado la huelga de hambre sin ver afectada su salud de forma irreversible y, casi en paralelo, la celebración del Consejo de Ministros se ha celebrado sin que haya que lamentar ningún episodio dramático como los que parecía anunciar o profetizar Inés Arrimadas. La lectura mediática del encuentro entre los gobiernos de España y de Catalunya muestra la realidad del periodismo de trincheras en el que se mueve la cultura política española: una de las cabeceras de referencia de la prensa madrileña titulaba en primera plana 'La rendición de Pedralbes' para referirse al encuentro de los dos gobiernos.

Pero más allá de las truculentas hipérboles periodísticas y de los usos y abusos políticos de la gesticulación y el simbolismo, creo que el lector merece que hagamos abstracción de la espuma superficial provocada por las aguas movidas para fijar la atención en las corrientes marinas de fondo. Si así lo hacemos, podemos destacar tres hechos. En primer lugar, que un año después de las elecciones del 21-D, el comunicado conjunto de los dos gobiernos destaca el contenido político del conflicto democrático entre el soberanismo catalán y el Estado y la necesidad de preservar la seguridad jurídica en las posibles salidas al conflicto. Es decir, ni unilateralidad ni judicialización. No es un paso menor. En segundo lugar, después de los resultados en Andalucía, con la irrupción de Vox y la nueva derecha española tricéfala, el PSOE concentra todas las contradicciones del sistema político español: si no quiere regalar el poder a la suma de la derecha extrema y la extrema derecha, necesita pactar con el soberanismo catalán y vasco. No hay alternativa, aunque dicha perspectiva revuela el estómago de algunos barones socialistas. Y, en tercer lugar, el independentismo catalán deberá decidir si lo más inteligente es mantener puentes de diálogo con Sánchez o precipitar su caída para abrir la puerta a un gobierno del PP y Cs con la participación directa o indirecta de Vox. Mientras tanto, la agenda política de los próximos meses estará marcada por el juicio a los dirigentes políticos catalanes. Es la realidad más allá de los símbolos.