Análisis

La obstinación de Sánchez

Al líder socialista su apuesta obstinada por el diálogo le puede dar frutos si como parece tanto ERC como PDECat se abren ahora a hablar de las cuentas del 2019

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Joaquim Coll

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La determinación en política acostumbra a tener recompensa. A Pedro Sánchez hay que reconocerle obstinación y fe en su estrategia, aunque fiarlo todo a lo que hagan los independentistas parece suicida. La continuidad de la legislatura depende de que logre aprobar los presupuestos, inviables sin el apoyo de ERC y PDECat. En caso contrario, elecciones en otoño o incluso antes, habiendo perdido aquel momento dulce que le ofrecían las encuestas, en septiembre, poco después de llegar al Gobierno.

La reunión del Consejo de Ministros en Barcelona, prevista desde hace dos meses, tenía como objetivo asegurar que el clima con el Govern iba a permitirle sacar adelante las cuentas. Pero desde el pintoresco encuentro con Quim Torra en la Moncloa, en julio pasado, esa relación no ha hecho más que agrietarse hasta casi la ruptura. El problema es que el independentismo se niega a aceptar que el referéndum de secesión no es posible y que tampoco está en manos del Gobierno español excarcelar a sus líderes o cambiar el rumbo del juicio al 'procés'. Si a eso añadimos la radicalidad discursiva del 'president', animando a los CDR a apretar en las calles, sus referencias a la vía eslovena o al papel de los Mossos como policía política, la estrategia de Sánchez parecía condenada al precipicio. Las alarmas rojas se encendieron cuando el Govern dio a entender que iba a ponerse al frente de la protesta contra la cita en Barcelona al calificarla de “provocación”.

Pero al final puede que el líder socialista salga más fortalecido que debilitado de estos dos días. Para empezar, la reunión con Torra no ha sido en la Generalitat, en cuyo balcón hay una pancarta con lazo amarillo que exige “libertad presos políticos y exiliados”. Sánchez no podía cruzar ese umbral sin que el cielo de la política española le cayera encima. En segundo lugar, no ha habido nada parecido a una cumbre entre gobiernos que hubiera convertido el encuentro en otra cosa, tal como se disponía a fabricar la maquinaria propagandística nacionalista. Que Torra, aun cuando sus deseos iniciales eran otros, haya finalmente aceptado reunirse con Sánchez solo se explica por su debilidad. No solo carece de estrategia sino también de autoridad entre los suyos. Finalmente, el amplio dispositivo policial debería garantizar que la imagen de Barcelona no sea apocalíptica. El Govern también arriesga mucho si pierde el control del orden público y la seguridad.

Sin mejor alternativa, el 'president' no podía rechazar un encuentro que hubiera enterrado definitivamente la fase del diálogo. Mejor el recurso a la queja, al lamento por la falta de respuesta a sus reivindicaciones, que el salto en el vacío. Por su parte, Sánchez se apunta un tanto, aunque puede ser efímero porque se trata de un diálogo de sordos sujetos a un alambre. Al líder socialista su apuesta obstinada por el diálogo le puede dar frutos si como parece tanto ERC como PDECat se abren ahora a hablar de las cuentas del 2019 en el Congreso pese a sus reiteradas negativas. Lo que anteayer parecía imposible, ahora ya no lo es. El miedo al vacío produce esos milagros.