La situación en Oriente Próximo

Error sobre error en Palestina

Asistimos a un generalizado enroque de posiciones tan arraigadas como peligrosas

Manifestantes palestinos lanzan piedras contra soldados israelís en la frontera de Gaza con Israel.

Manifestantes palestinos lanzan piedras contra soldados israelís en la frontera de Gaza con Israel. / periodico

Jesús A. Núñez Villaverde

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Son tantos y tan variados los errores cometidos en el contexto del conflicto entre Israel y Palestina que parecería imposible sumar alguno más a estas alturas. Pero los actores implicados en él siguen empecinados irreflexiblemente en tropezar sin desmayo en la misma piedra.

Así, Binyamin Netanyahu se equivoca cuando cree que ningunear a Mahmud Abbás, mantener el asedio por tierra, mar y aire a Gaza, despreciar la legalidad internacional y castigar colectivamente a la población ocupada le acerca a su objetivo de dominar definitivamente la Palestina histórica. También lo hace cuando cree tener a Riad y a Washington de su lado, sin entender que tras seis guerras y dos Intifadas la fuerza no solo no le da la razón, sino que se la quita. Aun así, lo único que le frena ahora de lanzar una ofensiva en toda regla, que le supondría un coste insoportable en vidas humanas propias, es su percepción de que la fragmentación palestina le rinde beneficios, y, sobre todo, de que no puede diversificar más sus fuerzas mientras se hace más inquietante la presencia de Hizbulá y de los peones iraníes en sus fronteras con Líbano y Siria.

Volver a la mesa de negociación

Por su parte, yerra Abbás cuando colabora con Tel-Aviv para debilitar aún más a Hamás, sin entender que así aumenta el rechazo a su gobierno por parte de la población encerrada en la Franja. Aferrado a su menguante poder, tampoco toma en consideración la reiterada petición de desmantelar la Autoridad Palestina (criatura creada por la potencia ocupante con aval internacional), reconociendo así que el plan de paz iniciado en Madrid en 1991 hace mucho que ha descarrilado. Y lo mismo ocurre con Hamás cuando aún sueña con doblegar a Israel por medios violentos, aprovechando la desesperación de la población ocupada para orquestar unas protestas ciudadanas condenadas a la muerte y al inmediato olvido mediático.

Otro tanto le ocurre a Donald Trump cuando opta por imponer un planificado correctivo a Abbás, abusando de la indefensa población ocupada, como método para obligarlo a volver a una mesa de negociaciones en la que termine por firmar un supuesto 'deal of the century' que, si contiene lo que hasta ahora se ha ido filtrando, en ningún caso traerá la paz a la zona. Con su actitud anima al primer ministro israelí a creer que su margen de maniobra es ilimitado, pero decisiones como la de eliminar el consulado en Jerusalén y obligar a cerrar la oficina de representación de la OLP en Washington -añadidas al establecimiento de su embajada en Jerusalén, a la suspensión de fondos a la UNRWA y al cierre de la oficina de USAID para Gaza y Cisjordania- no solo elimina todo contacto con las autoridades palestinas, sino que invalida a EEUU como interlocutor válido en la búsqueda de la paz.

Enroque de posiciones

En estas condiciones asistimos a un generalizado enroque de posiciones tan arraigadas como peligrosas. Por eso no sorprende que en Israel vuelva a cobrar fuerza la idea de anexionarse los Altos del Golán y buena parte de Cisjordania (la llamada Zona C, que supone el 60% de sus 5.600 km2), lo que terminaría por arruinar la idea de dos estados y complicaría más allá de lo imaginable la gestión de fronteras de Israel. Todo ello buscando aprovechar la presencia de Trump en la Casa Blanca antes de que las tornas puedan volverse en contra de Tel-Aviv. Por su parte, tampoco sorprende la pasividad de un 'rais' palestino cada vez más cuestionado por su propia población e incapaz, por ejemplo, de hacer valer lo acordado en su día para evitar la reciente entrada de las fuerzas israelíes en Ramala (Zona A y, por tanto, bajo jurisdicción de la policía palestina). Hamás es quien tiene menos opciones, imposibilitado de atender las necesidades de los gazatís (sin que el alivio momentáneo de la ayuda qatarí en dinero y combustible cambie nada), de frenar a grupos violentos que escapan a su control y de recuperar el apoyo de una población agotada.

Visto así hasta suena esperanzadora, sin serlo, la llamada de atención de un selecto grupo de 286 altos representantes israelíes de las fuerzas armadas, los servicios de inteligencia y la policía, que demandan a Netanyahu que aproveche el puntual alivio derivado del esfuerzo de mediación egipcio y la ayuda qatarí para establecer un acuerdo prolongado de cese de hostilidades, rehabilitar Gaza (implicando a Riad y otras monarquías del Golfo), restaurar la autoridad de Abbás y pedir a Washington que ofrezca alguna 'zanahoria' atractiva (y no solamente 'palos'). ¿Cuánto caso les hará su primer ministro y ministro de Defensa?