Campofrío y el humor

Embutidos contra avinagrados

Empieza a estar claro, hasta para un anunciante, que la gente cabreada 24 horas no es nada si la comparamos con la gente que está harta de que los abronquen por reírse

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campofrio / periodico

Juan Soto Ivars

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La charcutera Campofrío ha lanzado una campaña navideñaCampofrío  que parece una de esas bombas de película en las que cortar cualquier cable equivale a activar el detonador. Para que no se diga que hago apología del chóped, dejaré claro que a mí el producto publicitario me parece mucho más tragable que una mortadela de Campofrío o de cualquier competidor.

El anuncio cuenta una distopía donde los chistes se venden carísimos porque el avinagramiento generalizado y la mala follá los ha convertido en bienes de lujo. Es una loa del chiste y la ligereza como valores  de convivencia, una defensa de la despreocupación típicamente española y una crítica al vinagre excretado a través de las redes sociales por los pajilleros de la indignación. Y lo más gracioso del anuncio es que, gracias a su sencillez argumental, resulta casi imposible rebatirlo sin terminar dándole la razón.

Como era previsible, las reacciones son más graciosas que el anuncio. He visto intelectuales reprochar a una marca de mortadela su desconocimiento de las teorías de Foucault; activistas criticando que el anuncio saque ofendidos con pancartas pero no se mofe de los que se ofenden por las banderas; animalistas que echan en falta chistes de matar cerdos; feministas (del Twitter) moderadamente cabreadas porque una acrtiz dice que los chistes de feminismo salen especialmente caros... Quod erat demostrandum. ¿Hay algo más divertido que perder una discusión contra un fabricante de salchichas? Lo dudo.

Hay que preguntarse entonces por qué una marca generalista de manduca de engorde se ha decidido a aprobar una campaña potencialmente polémica, a sabiendas de que en Twitter se iban a molestar los funcionarios de la ofensa. La respuesta rápida podría ser que la polémica beneficia a la campaña, porque la difunde. Pero existe otra respuesta más cruda, que prefiero: quizás empieza a estar claro, hasta para un anunciante, que la gente cabreada 24h no es nada si la comparamos con la gente que está harta de que los abronquen por reírse.